domingo, 16 de diciembre de 2012

El sentido de la experiencia.



El almacén de Giovanelli, donde iba a tomar el Hormiga Negra.

Finalmente Pablo Makovsky pudo presentar su libro de relatos y vivencias sobre San Nicolás en esta ciudad. No voy a decir nada sobre la presentación, porque debería hablar sobre la idiosincrasia de los nicoleños y no quiero hablar de eso.
El libro se llama San Nicolás de la Frontera y fue editado por la Editorial Municipal de Rosario, que todos los años llama a concurso para alguno de los géneros literarios y edita algunos libros. Libros donde se nota el trabajo profesional de diseñadores, fotógrafos y editores. Es decir donde se valora el trabajo del autor.
Ese día también se presentó el libro Oratorio Morante, de Osvaldo Aguirre. En San Nicolás hay muchos intelectuales que no conocen a Pablo y a Osvaldo. Para ayudarlos a ampliar su horizonte de conocimiento los propongo que vayan acá y acá.
El libro de Pablo tiene el marco de la San Nicolás tres veces refundada. Primero por los primitivos habitantes agrupados por Rafael de Aguiar, después por los inmigrantes europeos que llegaron escapando de la miseria y convirtieron a la campiña nicoleña en un vergel y por último por los inmigrantes del interior y de países limítrofes que llegaron buscando el trabajo que les permitiera formar una familia, hacer estudiar a sus hijos y volver una vez al año a visitar a sus parientes. Pablo llegó de Uruguay con sus padres a los 11 años en esta última ola. Aquí vivió la experiencia del San Nicolás de los 70, el pleno empleo y su máximo emblema: el barrio Somisa, la escuela industrial (símbolo del ascenso social metalúrgico), la creación del ERP y el asomo a la adolescencia.
Después se fue a vivir a Rosario pero siguió viniendo a San Nicolás y acá dejó algunas huellas: el programa de televisión El sueño de la Perdiz en el naciente Canal 2, el personaje del Padre Rilke en la naciente FM 88, sus clases de cine en el Colegio Don Bosco -en la época en que ser maestro del colegio significaba algo- y sus clases en la escuela de periodismo. Venía todos los días desde Rosario en el Tirsa, cruzando la frontera geográfica que separa a esta ciudad con la provincia de Santa Fe y cruzando también las otras dos fronteras que dividen a San Nicolás, la histórica frontera de Buenos Aires con la Confederación y la frontera mitológica del San Nicolás fantástico donde habita el temible Yaguarón en el límite donde el campo se desbarranca hacia la isla. Y al captar el carácter fronterizo de nuestra idiosincrasia nicoleña -aunque aquí sería mejor decir arroyeña- encontró el sentido de su experiencia adolescente. Entendió que se puede aprender tanto de los relatos como de los conceptos y nos legó un prisma a través del cual ver nuestra propia experiencia. 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La máquina del tiempo




Un discípulo le pregunto a su maestro: cual es la puerta de entrada al zen. El maestro le respondió: escuchás el murmullo que hace el arroyo al pasar. Esa es la puerta.

Otra vez la vinoteca Dionisio abrió la puerta de Chisa Shusi y dejó entrar a 15 iniciados y al sommelier Cristian Arias, de bodega Catena Zapata, para jugar a combinar  vinos con comida oriental. Los vinos fueron los de Catena Zapata.  A Cristian se le notó toda la noche que disfruta de su trabajo porque no paró de esmerarse en agradar a la audiencia y le salió bien. La actuación es tan necesaria para todo y que suerte tiene el que le sale de manera tan espontánea. A él le tocó explicar los vinos. Este postulado se basa en la premisa: si conoces más disfrutas más. Y tiene lógica. Si sabés distinguir el aroma del regaliz (algo sencillo para quienes nos criamos comiendo caramelos  media hora) y después lo encontrás en un malbec tenés garantizado el acceso al paraíso aromático de la edad dorada. No solo estás tomando un vino, estás reviviendo una experiencia y si encima tenés la suerte de encontrarle sentido a esa experiencia, ese vino será para vos un milagro. De ahí que un buen ejercicio sea  describir a los vinos vinculando sus aromas y sabores a tus recuerdos, lo que los actores llaman la memoria emotiva. Querés llorar con naturalidad: acordate de lo que te hizo llorar. Así de simple es la economía de los placeres pequeñoburgueses. Entonces la ruda que tenía la tía que tu mamá te llevaba a visitar, cuando las señoras se trasladaban al cantero a intercambiar gajos, debe recordarte al sauvignon blanc o viceversa. Como decía un amigo el vino fue en el pasado metáfora de la sangre, ahora la sangre es metáfora del vino. El olor al sudor del caballo que motabas en la chacra que un compañero de escuela tenia en Ramallo ahora está presente en un cabernet que pasó por barrica. De ahí a postular que el vino es también una máquina del tiempo hay un solo paso.
En el arte de olfatear y saborear un vino hay tres jerarquías: los que espían, los que miran y los que ven. Los que espían el vino llegan a comprender porque las carnes rojas van bien con vino rojo, y las carnes blancas con vinos blancos. Algo que ya está un poco pasado de moda, es decir ingresó a la tradición, como la suprema a la maryland, que en San Nicolás no se consigue. Pero que sigue funcionando en líneas generales hasta que un posmo te asegura que hay que combinar como a uno  le gusta y listo.  Pero esta combinación tiene su lógica.  Los que miran pueden distinguir el regaliz del malbec o el pomelo del torrontes nicoleño. Los que ven ya hablan de malbec de San Juan o de Salta, que son distintos. Eso es lo que se viene: el vino de territorio.
Esa noche  las combinaciones fueron muy sutiles. A una brasileña casada con un cardiólogo nicoleño el Alamos moscatel de alejandría que se presentó en primicia (ya que era tan nuevo que ni el sommelir había tenido tiempo de analizarlo) le recordó las toronjas de su abuelo. A otra chica le gustó más el vino barato que el caro. A otro la combinación de pinot con crumble de manzanas le resultó sensacional. En fin. 

jueves, 29 de noviembre de 2012

Amigo de fermentaciones


A diez cuadras de mi casa se elabora una de las mejores cervezas artesanales del país. No es brabuconada chauvinista, hay datos objetivos que lo demuestran. La red ale, es decir la cerveza roja, ganó un premio internacional entre 300 cervezas de todo el mundo. Así que tranquilamente podría haber dicho: “a diez cuadras de mi casa se elabora una de las mejores cervezas artesanales del mundo”, pero bueno, uno nunca cree que eso pueda pasar a diez cuadras de su casa. Quien la elabora es un amigo de fermentaciones, Octavio Ruiz, que es una especie de científico vintage, ex metalúrgico, reconvertido en maestro cervecero premiun. Tiene en su casa, casi en frente de la vieja bodega de los Ponte, el laboratorio donde fermenta, decanta, envasa y etiqueta. La Vor Der Brauer ya trascendió San Nicolás y se hizo conocida en Rosario, a tal punto que la revista que edita la vinoteca Barcelona, donde también se vende la cerveza, le dedicó dos páginas. Todos los datos están en estas notas. 



Para conocer a Octavio y saber más se puede hurgar en este blog 

domingo, 25 de noviembre de 2012

Acero negro


Las categorías de hegemonía empresaria y comunidad de fábrica son utilizadas por el antropólogo Hernán M. Palermo para analizar el esplendor y ocaso de la empresa YPF, es decir su etapa estatal y su etapa Repsol. Lo hace en el libro -que primero fue su tesis doctoral- “Cadenas de oro negro”, publicado por el Grupo Antropología del Trabajo de la Universidad de Buenos Aires. La investigación fue realizada antes de la restatización de la petrolera, pero su edición fue contemporánea a esa política del Gobierno Nacional, con lo cual su publicación adquiere un plus de interés.
La base teórico – metodológica del trabajo de Palermo está en sintonía con la propuesta del historiador marxista E. P. Thompson. La categoría de hegemonía remite, naturalmente, a Antonio Gramsci y se citan trabajos de José Sergio Leite López, Harry Braverman, Karel Kosik y June Nash.
El trabajo de base se realizó en diversas locaciones donde YPF tuvo sus sedes y se desarrollo en base a un profuso trabajo etnográfico cuyas preguntas y respuestas figuran en el libro.
Tal como Palermo lo anuncia en la introducción, el libro intenta responder a las preguntas sobre legitimidad empresaria en los trabajadores, la manera en que esa legitimidad perdura o cambia en el tiempo y las formas que adopta, las implicancias que las formas de dominación tienen en las experiencias obreras y en que medida esa legitimidad empresaria es reinterpretada, tensionada y/o disputada por los trabajadores.
En San Nicolás de los Arroyos todos estos tópicos se resignifican, pues dialogan constantemente con lo que nos sucedió en octubre del 91.
El Grupo Antropología del Trabajo, se dedicó a estudiar las relaciones laborales y los casos de privatizaciones en diversas empresas de Argentina y Brasil. Particularmente en Argentina desarrollaron varios estudios en la empresa Somisa y su continuidad privatizada, Siderar. En estos trabajos se estudia no solo el espacio de la fábrica, sino también el espacio social y familiar, con su consecuencia en la vida cotidiana de los empleados y sus familias; también la historia de los sindicatos y sus actividades gremiales y políticas desde la década del 60 a la actualidad. Se analiza la relación entre industria y comunidad en San Nicolás de los Arroyos, los programas de microemprendimientos durante la década del 90, las relaciones de clase y la construcción de una comunidad de fábrica en la ex Somisa, etc.
En el blog del grupo hay además una interesante cinemateca de películas vinculadas al mundo del trabajo.




sábado, 24 de noviembre de 2012

Champaña degollado



San Nicolás fue escenario de un evento único. 15 clientes de la vinoteca Dionisio, de Mariano Onaindi, participaron del destapado de una botella de champagne de la bodega Cicchitti que todavía estaba sin degollar y que en los próximos días saldrá al mercado. Ocurrió en Shisa Sushi, el restaurant del Chino Matían Casco. La ceremonia estuvo a cargo del joven winemaker de 26 años José Cicchitti, hijo de Pepe. El pibe, que ya elaboró su primer Chardonnay, explicó en que consiste el degollado de una botella de champaña. El champaña, o espumante, para no alterar a los franceses de la zona que le dio nombre a la bebida, es un vino gasificado naturalmente. Es decir, al vino elaborado se le agregan levaduras y un líquido azucarado (licor de expedición), se lo tapara con tapa corona y se lo deja fermentar. Las levaduras se alimentan del líquido azucarado y eliminan alcohol y gas carbónico que queda retenido en las botellas en forma de burbujas. Cuando las levaduras terminaron de comer, mueren y deambulando por el espumante, lo enturbian. Después se clarifica y se convierte en el espumante que conocemos. Esta botella, tapada con tapa corona, fue la que se abrió en el evento. Algo muy interesante que el consumidor rara vez puede degustar, ya que es una tarea de bodegueros. Para agregarle interés a la cata se la comparó con el mismo espumante ya terminado. Es notable percibir las diferencias entre uno y otro. Al primero le faltaba aroma y sabor. El segundo había evolucionado notablemente.

Durante la cena también probamos el Sangiovese 2011. Esta uva está muy vinculada a la bodega, que logra un vino de tonalidades bastante más oscuras que los tradicionales y de aromas y sabor intensos. Esto se debe a la sangría de casi un 50% a la que someten al mosto en maceración. La sangría es un procedimiento que consiste en sacar un porcentaje de mosto (jugo) para que haya una mayor contacto de ese mosto con el orujo (cáscara) y por lo tanto mayor transferencia de los componentes del orujo, que son los que le dan color, aroma y sabor.
La mayoría de los vinos de Cicchitti tienen sangría. Con el mosto coloreado al mínimo lo que extraen elaboran un rosado heavy, así le llaman, ya que más que rosado es un clarete, también muy aromático, sobre todo aromas a manteca, ya que la fermentación maloláctica la hacen en barricas de roble.
Otra agradable sorpresa fue el Chardonnay 2012 elaborado por José Cicchitti hijo, distinto a todos los Chardonnay conocidos, con un pronunciado aroma a banana, uno de los descriptores característicos de la variedad.
Por último cometimos el sacrilegio de destapar una botella del Pinot 2011, elaborado con un pequeño porcentaje de Merlot, que, cuando Pepe Cicchitti visitó la vinotera Dionisio, le agregó con fibrón a la etiqueta que le dejó a Mariano, “abrir en 2013”. Y si, le falta un añito, pero el aroma a sudor de caballo ya está presente y se nota que tiene larga vida.