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domingo, 27 de enero de 2019

El hombre nuclear

Transcribo esta traducción al solo efecto de agregarle links y destacar algunas frases. El título refiere a varias cosas, la infantil utopía tecnológica fomentada por los Medios con la que nos hemos criado, el recuerdo de los buenos momentos que las viejas series nos hicieron pasar, una mesa donde padre e hijo se vinculaban a través del televisor en blanco y negro (o se vinculaban en blanco y negro a través del televisor). No tengo en claro todavía hasta que punto adhiero a esta postura.

#ACELERA
MANIFIESTO POR UNA
POLÍTICA ACELERACIONISTA
Por Alex Williams y Nick Srnicek
Trad. Comité Disperso

01. INTRODUCCIÓN: Sobre la coyuntura

1. En el comienzo de la segunda década del siglo XXI, la civilización global se enfrenta a un nuevo tipo de cataclismo. Las apocalipsis que se avecinan dejan en ridículo las normas y las estructuras de organización política que se forjaron con el nacimiento de los estados-nación, el auge del capitalismo y un siglo XX marcado por guerras sin precedentes.

2. Lo más significativo es el colapso del sistema climático del planeta, que puede incluso poner en peligro la existencia de toda la población mundial. A pesar de que se trata de la amenaza más grave a la que se enfrenta la humanidad, hay una serie de problemas de menor envergadura pero potencialmente igual de desestabilizadores que coexisten e interactúan con el problema principal. El agotamiento irreversible de los recursos, especialmente de las reservas de agua y energía, puede provocar una hambruna masiva, el colapso de los paradigmas económicos y nuevas guerras, frías y calientes. La crisis financiera continuada ha llevado a los gobiernos a adoptar la espiral mortal de las políticas de austeridad y a privatizar los servicios públicos del estado del bienestar y ha provocado un desempleo masivo así como el estancamiento de los salarios. La creciente automatización de los procesos productivos, incluido el “trabajo intelectual”, pone de manifiesto la crisis secular del capitalismo y su pronta incapacidad a la hora de mantener los niveles de vida actuales, incluso para las clases medias del hemisferio norte, ya en proceso de desaparición.

3. En contraste con estas catástrofes en aceleración continua, la política actual se caracteriza por un inmovilismo que la incapacita para generar las nuevas ideas y modelos de organización necesarios para transformar nuestras sociedades de modo que sean capaces de hacer frente a las amenazas de aniquilación que se perfilan. Mientras la crisis se acelera y refuerza, la política se ralentiza y debilita. En esta parálisis del imaginario político, el futuro queda anulado.

4. Desde 1979 la ideología política hegemónica a nivel mundial ha sido el neoliberalismo, omnipresente con algunas diferencias de matiz en todas las potencias 2 económicas que actualmente dominan el mundo. A pesar de los desafíos profundamente estructurales que los nuevos problemas globales presentan a este sistema —los más acuciantes las crisis crediticias, financieras y fiscales que se están produciendo desde el año 2007/2008— los programas neoliberales no han hecho sino ahondar en sus dogmas. Esta continuación del proyecto neoliberal, o neoliberalismo 2.0, ha empezado a aplicar una nueva ronda de ajustes estructurales dirigidos, especialmente, a facilitar nuevas y agresivas incursiones del sector privado en lo que queda de las instituciones democráticas y los servicios sociales. Todo esto a pesar de los efectos económicos y sociales negativos inmediatos y de los obstáculos a más largo plazo que plantean las nuevas crisis globales.

5. Que los sectores de la derecha gubernamental y no gubernamental y del ámbito corporativo hayan sido capaces de impulsar de este modo el neoliberalismo es, al menos en parte, consecuencia de la parálisis y la incapacidad permanentes que azotan a gran parte de lo que queda de la izquierda. Treinta años de neoliberalismo han despojado a la mayoría de los partidos políticos de izquierda de pensamiento radical, contenidos y un mandato popular. En el mejor de los casos han respondido a la presente crisis con llamamientos para recuperar los principios económicos keynesianos, a pesar de la evidencia de que las condiciones de posguerra que permitieron el desarrollo de las socialdemocracias ya no existen. No podemos regresar así sin más a los postulados fordistas de producción en masa. Incluso los regímenes neosocialistas de la Revolución Bolivariana de América del Sur, a pesar de su alentadora resistencia a la hora de combatir los dogmas del capitalismo contemporáneo, siguen siendo incapaces lamentablemente de presentar una alternativa más allá del socialismo de mediados del siglo XX. El trabajo organizado, debilitado sistemáticamente por los cambios que trae aparejados el proyecto neoliberal, se fosiliza a nivel institucional y, en el mejor de los casos, sólo puede mitigar levemente los nuevos ajustes estructurales. Sin un enfoque sistemático para construir un nuevo modelo económico ni la solidaridad estructural necesaria para promover cambios, las fuerzas laborales siguen siendo relativamente impotentes. Los nuevos movimientos sociales que han surgido desde el final de la Guerra Fría y que desde 2008 han experimentando un resurgimiento han sido igualmente incapaces de concebir una nueva visión ideológico-política. Por el contrario, estos movimientos consumen una gran cantidad de energía en los procesos internos de democracia directa y en la autocomplacencia afectiva por delante de la eficacia estratégica, y con frecuencia propugnan una variante de localismo neoprimitivista, como si para luchar contra la violencia abstracta del capital globalizado fuese suficiente la “autenticidad” frágil y efímera de la inmediatez comunal.

6. A falta de una visión social, política, organizativa y económica radicalmente nueva, los poderes hegemónicos de la derecha seguirán siendo capaces de impulsar su limitado imaginario a pesar de todas las evidencias en contra. En el mejor de los escenarios, puede que la izquierda sea capaz durante un tiempo de resistir parcialmente algunas de las peores incursiones. Pero esto poco podrá hacer contra la inexorable marea final que se avecina. Generar una nueva hegemonía global de la izquierda implica recuperar los futuros posibles perdidos, es más: implica recuperar el futuro como tal.

02. INTERREGNUM: Sobre el aceleracionismo

1. Si hay algún sistema que se haya asociado con ideas de aceleración, ese es el capitalismo. El metabolismo esencial del capitalismo demanda un crecimiento económico constante, una competencia permanente entre entidades capitalistas individuales y un desarrollo continuo de las tecnologías para aumentar la ventaja competitiva, todo ello acompañado de una fractura social cada vez más grande. En su forma neoliberal, su proclama ideológica es la liberación de las fuerzas de destrucción creativa para despejar el camino a las innovaciones tecnológicas y sociales, en constante aceleración.

2. El filosofo Nick Land perfiló todavía más este fenómeno con la creencia miope, aunque hipnótica, de que la velocidad capitalista por sí sola podría generar una transición global hacia una singularidad tecnológica sin precedentes. En esta visión del capital, el ser humano podría acabar siendo una carga y un obstáculo para alcanzar esa inteligencia planetaria abstracta rápidamente construida juntando fragmentos de civilizaciones pasadas. El neoliberalismo de Land confunde, sin embargo, la velocidad con la aceleración. Puede que estemos avanzando rápidamente, pero sólo lo hacemos dentro de un conjunto de estrictos parámetros capitalistas que nunca oscilan. Lo que estamos experimentando es solo la percepción del aumento de velocidad de un horizonte local, un simple espasmo clínicamente muerto en lugar de una aceleración navegable, de un proceso experimental de descubrimiento dentro de un espacio universal de posibilidades. Es esta última forma de aceleración la que consideramos esencial.

3. Lo peor es que, tal y como ya detectaron Deleuze y Guattari, lo que la velocidad capitalista desterritorializa por un lado, lo territorializa por el otro; y esto ha sido así desde el principio. El progreso se ve limitado por un marco rígido de valor añadido, capital flotante y un ejército reservista de mano de obra. La modernidad se reduce a medidas estadísticas de crecimiento económico y la innovación social se encalla en los restos obsoletos de nuestro pasado colectivo. La desregulación impulsada por el tándem Tatcher-Reagan convive en armonía con los valores familiares y religiosos victorianos basados en el “retorno a los orígenes”.

4. Una de las tensiones fuertes que existen en el neoliberalismo hace referencia a la autoimagen que proyecta como instrumento de modernidad, de hecho, directamente como sinónimo de modernidad, prometiendo un futuro que es incapaz de proporcionar. Por el contrario, a medida que el neoliberalismo ha ido avanzando, en lugar de fomentar la creatividad individual ha tendido a eliminar la inventiva cognitiva en beneficio de una línea de producción afectiva de interacciones ajustadas a un guión preestablecido. Todo ello combinado con cadenas de suministro globales y una zona de producción neofordista al Este. El reducido y exclusivo cognitariado de trabajadores intelectuales se empequeñece cada año que pasa, y lo hace al ritmo en el que la automatización algorítmica se abre paso entre las esferas del trabajo afectivo e intelectual. A pesar de haberse posicionado a sí mismo como un acontecimiento histórico necesario, el neoliberalismo era en realidad un conjunto de medidas de contingencia para hacer frente a la crisis de valores que emergió en la década de los setenta. Inevitablemente, el neoliberalismo se convirtió en una sublimación de la crisis en lugar de en su derrota definitiva.

5. Marx, junto con Land, es el pensador por excelencia del aceleracionismo paradigmático. A pesar de las manidas críticas e incluso del comportamiento de algunos contemporáneos de Marx, cabe recordar que Marx utilizó los instrumentos teóricos más avanzados y los datos empíricos disponibles para intentar entender y transformar su mundo. No era un pensador contrario a la modernidad, sino un pensador que buscaba analizarla e intervenir en ella y que era consciente de que, a pesar de toda la explotación y corrupción que el capitalismo llevaba implícitas, era el sistema económico más avanzado del momento. Sus beneficios eran irreversibles, pero aceleró hasta límites insospechados el valor del modelo capitalista.

6. En 1918, en su obra titulada “”Izquierdismo: Una enfermedad infantil del comunismo”, Lenin escribió incluso: El socialismo es inconcebible sin la gigantesca maquinaria capitalista basada en los últimos avances de la ciencia moderna. Es inconcebible sin una organización estatal planificada que someta a decenas de millones de personas al más estricto cumplimiento de una norma única de producción y distribución. Nosotros, los marxistas, hemos hablado siempre de esto, y no merece la pena gastar siquiera dos segundos en conversar con gente que no comprende ni siquiera eso (los anarquistas y un parte considerable de los revolucionarios de la izquierda socialista).

7. Marx sabía muy bien que el capitalismo no puede ser identificado como el verdadero agente de la aceleración. De igual forma, afirmar que las políticas de izquierda son la antítesis de la aceleración tecnosocial es, al menos en parte, una grave tergiversación de los hechos. Si la izquierda política se quiere asegurar un futuro, tiene que ser uno en el que adopte al máximo esta tendencia aceleracionista reprimida.

03: MANIFIESTO: Sobre el futuro

1. Creemos que la división más importante que existe hoy en la izquierda se encuentra entre los que tienen una política popular de carácter local, de acción directa e incansable horizontalidad, y los que esbozan lo que debe empezar a llamarse una política aceleracionista, que se siente cómoda con una modernidad de abstracción, complejidad, globalidad y tecnología. Los primeros se dan por satisfechos con establecer pequeños espacios temporales de relaciones sociales no capitalistas, rehuyendo los problemas reales que conlleva el hecho de tener que luchar contra enemigos intrínsecamente no locales, abstractos y profundamente arraigados en nuestra infraestructura cotidiana. El fracaso de estas políticas es la crónica de una muerte anunciada. Por el contrario, una política aceleracionista busca preservar las conquistas del capitalismo tardío al tiempo que va más allá de lo que permite su sistema de valores, sus estructuras de poder y sus patologías de masa.

2. Todos queremos trabajar menos. Es intrigante saber por qué el economista más importante del mundo de la era de posguerra creía que un capitalismo ilustrado conllevaría inevitablemente con el tiempo una reducción radical de la jornada laboral. En “Perspectivas económicas para nuestros nietos” (escrito en 1930), Keynes predijo un futuro capitalista en el que las personas habrían reducido su jornada laboral a tres horas al día. Lo que ha ocurrido, en cambio, es que se ha ido eliminando progresivamente la separación entre trabajo y vida privada y que el trabajo, con el tiempo, ha acabado por impregnar todos los aspectos de las relaciones sociales.

3. El capitalismo ha empezado a reprimir las fuerzas productivas de la tecnología o, por lo menos, a dirigirlas hacia fines absurdamente limitados. Las guerras de patentes y la monopolización de las ideas son fenómenos contemporáneos que ponen de relieve tanto la necesidad del capital de ir más allá de la competencia como su aproximación cada vez más retrógrada a la tecnología. Los logros aceleracionistas del neoliberalismo no han resultado en menos trabajo ni en menos estrés. Y en lugar de un mundo cargado de futuro, de viajes espaciales y potencial tecnológico revolucionario, vivimos en una época donde lo único que avanza es una parafernalia de cosas ligeramente mejoradas para los consumidores. Un sinfín de repeticiones de los mismos productos básicos sostienen la demanda marginal de consumo a expensas de la aceleración humana.

4. No queremos volver al modelo fordista. No es posible regresar al fordismo. La “edad de oro” capitalista partía del paradigma productivo de la fábrica como entorno industrial ordenado, donde los trabajadores (hombres) recibían seguridad y condiciones de vida básicas a cambio de una vida de aburrimiento anquilosante y de represión social. Este sistema se sustentaba en una jerarquía internacional de colonias e imperios y una periferia subdesarrollada, así como en una jerarquía nacional de racismo y sexismo y en una estricta jerarquía familiar de subyugación de la mujer. A pesar de la nostalgia que muchos pueden sentir, el regreso a este régimen es tan indeseable como imposible en la práctica.

5. Los aceleracionistas quieren liberar las fuerzas productivas latentes. En este proyecto, la base material del neoliberalismo no necesita ser destruida. necesita ser reformulada con el fin de alcanzar unos objetivos comunes. La infraestructura capitalista existente no es un escenario que tenga que ser demolido, sino una plataforma de lanzamiento del post-capitalismo.

6. El sometimiento de la tecnociencia a los objetivos capitalistas —especialmente desde finales de la década de los setenta— impide conocer a fecha de hoy lo que una maquinaria tecnosocial moderna sería capaz de lograr. ¿Quiénes de nosotros reconocen hoy los potenciales ocultos que se esconden detrás de las tecnologías actuales? Nosotros creemos que el auténtico potencial transformador de muchos de los avances tecnológicos y científicos de nuestro tiempo no se ha explotado aún, cargados de características redundantes (o pre-adaptaciones). De producirse un cambio más allá de la miopía de los aliados capitalistas, estos avances podrían resultar decisivos.

7. Queremos acelerar el desarrollo tecnológico sin caer por ello en el utopismo tecnológico. Sabemos que la tecnología nunca será suficiente para salvarnos. Necesaria sí, pero nunca suficiente sin la acción sociopolítica. Las esferas social y tecnológica van siempre de la mano, y los cambios en una de ellas propician y potencian los cambios en la otra. Mientras que los tecnoutopistas creen que la aceleración tecnológica permitirá superar automáticamente de por sí los conflictos sociales, nosotros pensamos que el desarrollo tecnológico tiene que acelerarse precisamente porque la tecnología es necesaria para ganar los conflictos sociales.

8. Creemos que cualquier post-capitalismo requiere una planificación post-capitalista. Querer creer que después de una revolución la gente construirá espontáneamente un nuevo sistema socioeconómico que no constituya un simple retorno al capitalismo es, en el mejor de los casos, ingenuo, y en el peor, ignorancia pura. Para planificar esta fase tenemos que desarrollar un mapa cognitivo del sistema existente y especular con una posible imagen del sistema económico futuro.

9. Para ello, la izquierda tiene que aprovechar todos y cada uno de los avances científicos y técnicos que hace posible la sociedad capitalista. La cuantificación no es un demonio que deba ser exterminado sino una herramienta que ha de ser utilizada de la forma más eficaz posible. Los modelos económicos son, en palabras simples, una herramienta necesaria para hacer inteligible un mundo complejo. La crisis financiera de 2008 pone de manifiesto los riesgos de aceptar a ciegas modelos matemáticos, aunque esto es más un problema de autoridad ilegítima que de matemáticas. Las herramientas que nos ofrecen las disciplinas de análisis de redes sociales, modelos basados en agentes, análisis de grandes conjuntos de datos y modelos económicos de no equilibrio son necesarias a nivel cognitivo para entender sistemas complejos como la economía moderna. La izquierda aceleracionista tiene que formarse bien en estos campos técnicos.

10. Cualquier transformación de la sociedad debe implicar la experimentación económica y social. El proyecto chileno Cybersyn es un paradigma de esta actitud experimental. En él se fusionan tecnologías cibernéticas avanzadas con técnicas de modelación económica sofisticadas y una plataforma democrática materializada en la infraestructura tecnológica. En los años cincuenta y sesenta también se realizaron experimentos similares en la economía soviética, empleando la cibernética y la programación lineal para intentar resolver los nuevos problemas a los que se enfrentaba la primera economía comunista del mundo. El fracaso de estos experimentos se debió en última instancia a las limitaciones tanto políticas como tecnológicas a las que estos pioneros cibernéticos estaban sometidos en esa época.

11. La izquierda tiene que desarrollar una hegemonía tecnosocial tanto en el ámbito de las ideas como en el ámbito de las plataformas materiales, que son la infraestructura de la sociedad globalizada. Las plataformas establecen los parámetros básicos de lo que es posible tanto a nivel conductual como ideológico, plasmando con ello la trascendencia material de la sociedad. Son las que hacen posible determinados grupos de acciones, relaciones y poderes. Las plataformas globales actuales presentan una desviación tendenciosa hacia las relaciones sociales capitalistas, pero no es algo que sea ni inevitable ni irreversible. Estas plataformas materiales de producción, finanzas, logística y consumo pueden ser y serán reprogramadas y reformateadas hacia parámetros post-capitalistas.

12. No creemos que la acción directa sea suficiente para alcanzar ninguno de estos objetivos. Las tácticas habituales de manifestación con pancartas y creación de espacios temporalmente autónomos conllevan el riesgo de convertirse en sustitutos cómodos de la acción realmente eficaz y exitosa. “Al menos hacemos algo”, es el grito unánime que lanzan aquellos que anteponen la autoestima a la acción realmente eficaz. El único criterio que define una buena táctica es si con ella se consigue o no el éxito. Tenemos que acabar con las formas de acción individuales fetichistas. La política tiene que ser tratada como un conjunto de sistemas dinámicos divididos por conflictos, adaptaciones y contraadaptaciones permanentes junto con carreras armamentísticas estratégicas. Esto significa que cualquier forma de acción política individual pierde su eficacia con el tiempo porque la otra parte se adapta. No hay ninguna forma de acción política históricamente inviolable. Es más: con el tiempo se hace cada vez más necesario abandonar algunas tácticas de lucha tradicionales porque las fuerzas y las entidades que se pretende derrotar con ellas aprenden a defenderse y a contrarrestarlas muy eficazmente. La incapacidad de la izquierda de hoy de hacer lo mismo es uno de los motivos principales del malestar actual.

13. Hay que poner fin a la priorización extrema que se hace de la democracia como proceso. La idolatría de la horizontalidad, la inclusión y la apertura que practica gran parte de la izquierda “radical” sienta las bases de la ineficacia. El secretismo, la verticalidad y la exclusión también tienen su lugar en la acción política efectiva (no como herramientas únicas, obviamente).

14. La democracia no puede ser definida simplemente por los medios que emplea: la votación, el debate o las asambleas generales. La democracia de verdad tiene que definirse por su objetivo: la emancipación y el autodominio colectivo. Es un proyecto que debe aunar la política con el legado de la Ilustración, en la medida en la que sólo mediante nuestra habilidad para comprendernos mejor y entender mejor nuestro mundo (social, tecnológico, económico, psicológico) podremos llegar a gobernarnos a nosotros mismos. Tenemos que establecer una autoridad vertical legítima controlada colectivamente junto con modelos sociales horizontales y distribuidos para evitar convertirnos en esclavos de un centralismo totalitario y tiránico o, por contra, de un orden emergente caprichoso que escapa a nuestro control. La autoridad de El Plan tiene que casarse con el orden improvisado de La Red.

15. No presentamos ninguna organización en particular como el instrumento ideal para integrar estos vectores. Lo que se necesita —lo que siempre se ha necesitado— es un ecosistema de organizaciones, un pluralismo de fuerzas retroalimentándose sobre la base de sus ventajas comparativas. El sectarismo es la sentencia de muerte de la izquierda del mismo modo que lo es el centralismo, y en este sentido recalcamos de nuevo la importancia de experimentar con diferentes tácticas (incluso con aquellas con las que no estamos de acuerdo).

16. Tenemos tres objetivos concretos a medio plazo. En primer lugar, tenemos que construir una infraestructura intelectual. Imitando a la Sociedad Mont Pelerin de la revolución neoliberal, se trata de crear una nueva ideología y unos modelos económicos y sociales nuevos, así como una visión de lo que está bien para reemplazar y superar los paupérrimos ideales que rigen nuestro mundo actual. Estamos hablando de una infraestructura en el sentido de construir no solo ideas, sino instituciones y herramientas físicas que permitan materializar, inculcar y divulgar dichas ideas.

17. Tenemos que impulsar una reforma de los medios a gran escala. Porque, a pesar de la aparente democratización que ofrecen internet y las redes sociales, los medios de comunicación tradicionales siguen siendo claves para seleccionar y elaborar el discurso. Poseer los recursos necesarios para seguir impulsando el periodismo de investigación es también un factor determinante. Someter estos entes al máximo control popular es esencial para desmontar el discurso actual sobre el estado de las cosas.

18. Por último, tenemos que reconstruir las diversas formas del poder de clase. Esta reconstrucción debe ir más allá de la idea de que ya existe un proletariado global generado de forma orgánica. En lugar de ello, debemos buscar la manera de integrar una serie dispar de identidades proletarias fragmentadas, que a menudo se manifiestan bajo formas post-fordistas de trabajo precario.

19. Hay muchos grupos e individuos trabajando ya en estos tres objetivos, pero por separado sus esfuerzos son insuficientes. Lo que se necesita es que los tres se retroalimenten mutuamente, con cada uno modificando la conjunción contemporánea de tal manera que los otros sean más y más efectivos. Un bucle de feedback sobre la transformación ideológica, social, económica y de infraestructuras que genere una nueva hegemonía compleja, una nueva plataforma tecnosocial postcapitalista. La Historia demuestra que siempre ha sido una amplia amalgama de tácticas y de organizaciones la que ha provocado un cambio sistémico; debemos aprender de estas lecciones.

20. Para lograr cada uno de estos objetivos, en el plano más práctico, sostenemos que la izquierda aceleracionista debe pensar más seriamente en los flujos de recursos y de dinero necesarios para construir una nueva infraestructura política eficaz. Más allá del “poder del pueblo” que ostentan los agentes que actúan en la calle, necesitamos financiación, ya sea de gobiernos, instituciones, laboratorios de ideas, sindicatos o benefactores individuales. Consideramos que la localización y la gestión de tales flujos de financiación son esenciales para comenzar a reconstruir un ecosistema de organizaciones de izquierda aceleracionistas eficaces.

21. Sólo una política prometeica en la que se ostente un dominio absoluto de la idiosincrasia de la sociedad y su entorno será capaz de abordar los problemas globales o lograr una victoria sobre el capital. Es necesario diferenciar este tipo de dominio del tan querido por los pensadores de la Ilustración original. El universo mecánico de Laplace, tan fácilmente dominado con la suficiente información, ha desaparecido de la agenda de la cognición científica seria. Pero esto no es para alinearnos con lo que queda de la posmodernidad, condenando el dominio como algo proto-fascista o la autoridad como de por sí ilegítima. En su lugar, proponemos que los problemas que acechan nuestro planeta y nuestra especie nos sirvan para otorgar al autodominio un aspecto y una complejidad totalmente renovadas. Si bien no podemos predecir el resultado exacto de nuestras acciones, sí podemos determinar de forma probabilística rangos de resultados posibles. Lo que debe asociarse a estos análisis de sistemas complejos es una nueva forma de acción: improvisada y capaz de confeccionar un diseño a partir de un procedimiento práctico que aborda las contingencias con las que se encuentra únicamente a través de la acción, dentro de una política de maestría geosocial y astuta racionalidad. Una forma de experimentación abductiva que busca las mejores herramientas para actuar en un mundo complejo.

22. Necesitamos recuperar el argumento que tradicionalmente se ha hecho valer para el post-capitalismo: el capitalismo no sólo es un sistema injusto y perverso sino también un sistema que frena el progreso. Nuestro desarrollo tecnológico está siendo aniquilado por el capitalismo en la misma medida en la que fue impulsado. El aceleracionismo es el convencimiento de que estas capacidades se pueden y deben liberar superando las limitaciones que impone la sociedad capitalista. Superar nuestras limitaciones actuales implica mucho más que una simple lucha por una sociedad global más racional. Creemos que también debe incluir recuperar los sueños que embargaron a muchos desde mediados del siglo XIX hasta los albores de la era neoliberal, recuperar la búsqueda del Homo Sapiens y trascender los límites de la Tierra y de nuestras formas corporales inmediatas. Estas visiones son consideradas hoy reliquias de una época más inocente. Ambas ponen de relieve la asombrosa falta de imaginación que caracteriza nuestro tiempo y ofrecen la promesa de un futuro estimulante desde el punto de vista afectivo y vigorizante desde el punto de vista intelectual. Después de todo, sólo una sociedad post-capitalista hecha realidad gracias a una política aceleracionista será capaz de cumplir las expectativas que generaron los programas espaciales de mediados del siglo XX e ir más allá de un mundo de pequeñas mejoras técnicas para provocar un cambio integral. Esta sociedad nos permitirá avanzar hacia una era de emancipación y autodominio colectivo, hacia el futuro alienígena propiamente dicho que resulta de ello. Hacia la culminación del proyecto ilustrado de la autocrítica y el autodominio, en lugar de hacia su eliminación.

23. La elección que tenemos que tomar es crítica: o un post-capitalismo globalizado o una fragmentación lenta hacia el primitivismo, la crisis perpetua y el colapso ecológico planetario.

24. Es necesario construir el futuro. Porque éste ha sido demolido por el capitalismo neoliberal y reducido a una promesa de mayor desigualdad, conflicto y caos; eso sí, una promesa en oferta. Este colapso de la idea de futuro es sintomático de la situación histórica regresiva en la que nos encontramos y no, como muchos cínicos de todo el espectro político nos quieren hacer creer, un signo de madurez escéptica. Lo que el aceleracionismo persigue es un futuro más moderno, una modernidad alternativa que el neoliberalismo es intrínsecamente incapaz de generar. El futuro tiene que partirse para abrirse de nuevo, liberando nuestros horizontes hacia las posibilidades universales que ofrece lo de afuera.