jueves, 7 de marzo de 2013

Caminando solo


Siento lo mismo que Aira. Leí Rayuela en mi juventud y sentí la potencia descomunal de estar frente a las palabras y los personajes que me acompañarían de por vida. El impacto fue tal que me acercaba a las personas por los rasgos  que tenían en común con los personajes de la antinovela. Pero, por aquel entonces mi relación con el mundo era mínima, no pasaba de amigos del barrio, del colegio, los umbrales del rock y el deslumbramiento por las vanguardias. Pero, a medida que el mundo se me fue incorporando, las aventuras de La Maga, Oliveira, Ronald, Moreli, se fueron evaporando, cual gotas de agua de lluvia, que impactan fuerte cuando caen, pero la luz del sol las desvanece. Otros autores, entre ellos Aira, fueron desvaneciendo a Cortazar y hoy no puedo leerlo o solo lo leo con simpatía, que es lo peor que puede sentirse por un autor. Una lástima, porque es tan azaroso encontrar artistas que te acompañan toda la vida, como Borges, que la felicidad de haberlos encontrado es tan potente como el vacío que te dejan cuando te das cuenta que no eran para vos. Ahora entiendo lo acertado del título del libro: Rayuela, un juego que se juega de niños. Creí que con Cortazar íbamos a caminar toda la vida juntos, pero se fue caminando solo.