sábado, 31 de enero de 2015

Resonancia



Borges recomendaba no leer autores vivos para mantener la necesaria distancia con el contexto que requiere la ficción. Umberto Eco, en su tesis doctoral Obra Abierta, descubre la libre interpretación de una obra e inaugura el ciclo del lector-autor. De esta forma un texto que alguna vez nos pasó de largo, al modificarse nuestras coordenadas espacio temporales, puede darnos un placer insospechado.
Algo de esto sucede con la película La Ciénaga de Lucrecia Martel. Vista en el año de su estreno su interpretación estuvo mediada por la disolución de la Argentina neoliberal del 2001. Vista hoy, es la desazón de dos familias que también se diluyen en un paisaje norteño. Pero vista después de leer la novela LaGrande de Juan José Saer es posible destacar los detalles que antes solo contaban para darle verosimilitud al relato. Se destaca la deliberada ausencia de costumbrismo, la cantidad de acciones de los personajes producto de la detallada observación de la directora de los tics sociales, la exacta dosificación del color local (el detalle mejor logrado en este sentido es la imperceptible tonada norteña de los personajes) y el uso del paisaje solo con arreglo al guión. Algo de todo esto está presente en las novelas de Saer, que también ubica a sus personaje en el entramado de sus propios recuerdos y en escenarios provincianos que se vuelven universales debido a la exacta utilización de los procedimientos narrativos que permiten al lector una multiplicidad de interpretaciones.  
En un reportaje Martel lo dice de esta forma: "La idea por la cual defiendo la forma narrativa de esta película es porque a mí me parece que una trama genera una seguridad en el espectador, una seguridad por momentos muy engañosa. Una trama es como un mapa donde vas reconociendo de una manera bastante tranquila todas las partes del relato y podés hacer algunas previsiones. Pero a mí me parecía que era mejor que fuera más laxo todo y que el recorrido fuese menos claro para compartir uno con los personajes esa situación de abandono y desorientación".
Hay resonancias cruzadas entre los relatos de Saer y Martel a través de esas vidas expectantes de algo que revele el sentido de un pasado difuso. Y son los gestos, los silencios, más que las palabras, los espacios donde podría ocurrir ese milagro que nunca se da fuera de lo cotidiano. 


domingo, 18 de enero de 2015

Jazz sin cadenas


El título en castellano es engañoso. El libro habla del Freez jazz, por supuesto, pero las referencias a la conciencia negra son esporádicas. Quizá la militancia del autor contra el racismo les sirvió de gancho a los editores para justificar el subtitulo del libro "Free jazz y consciencia negra". Pero con el titulo original "Black music" es suficiente y según el autor daba cuenta del nacionalismo que guiaba lo que entendía que debía hacerse: reclamar esa música como el legado del pueblo negro y como himnos de sus luchas.  Sin embargo es un buen canal de acceso no al Free jazz, del cual ahora podemos saber todo en un instante, sino al clima donde esa música se cocinaba. También es un buen ejemplo de periodismo militante, ya que todos los artículos, escritos a mediados de la década del 60 por el periodista negro Amiri Baraka (nacido LeRoi Jones), estuvieron destinados a difundir esa música en la época en la que los hoy músicos consagrados no conseguían en NY un lugar donde tocar. Y estamos hablando entre otros de Ornette Coleman.

Los dos mejores artículos son " La Avant-Garde del jazz" y "Apple Cores #1" donde el autor demuestra deliberadamente que es músico como estrategia frente al mainstream que soslayaba a la vanguardia naciente.

Las fuentes del Free jazz fueron John Coltrane y Thelonious Monk.








Este disco de Ornette Coleman se considera como el punto de inicio del Free jazz. En este disco toca el contrabajista Charlie Haden.

 






















The Blues and the Abstract Truth. Oliver Nelson
Un dato curioso: Oliver Nelson también se dedicó a componer música para series de la televisión como Columbo, El hombre nuclear y La mujer biónica.




 Disco donde toca Scott LaFaro