miércoles, 11 de julio de 2012

Favale di Malvaro

Asombra la asimetría entre el tamaño y la autoestima de los pueblo italianos. Diminutos, alejados de las grandes carreteras del marketing, se los ve enorgullecerse de los que son y lo que tienen. Con lo poco hacen mucho y lo transforman en motivo de exaltación, por obra y gracias de su propia devoción. Me devano tratado de encontrar el motivo de esa encumbrada percepción de sí mismos. Pienso que las familias tienen una genealogía que se pierde en la Edad Media. Sociólogos aficionados, polemistas de café y portadores de sentido común, creen hallar en ese detalle estadístico los orígenes de ese amor propio. Otros lo refieren a la genética latina o a la necesidad darwiniana de distinguirse. Quizá todos tengan razón. Hasta ahora no puedo aventurar respuesta alguna. Solo dar ejemplos.

Un ejemplo es Favale di Malvaro. La noticia de su existencia me llega a través de mi amigo, Martino Denegri, por quien conozco Génova. Me cuenta, y me envía fotos, de la Fiesta de la Emigración que se realizó días atrás. Rápidamente paso a la web y me encuentro con los datos que aumentan mi asombro.

Favale di Malvaro es un minúsculo pueblo de la Liguria. Favale es la fracción más grande, que se disuelve en 12 barrios de pocas casas. Hace 140 años eran 2167 habitantes. Cada diez años la población fue descendiendo. En 1901 perdieron 600 habitantes. La gran mayoría se vino a América escapando de la falta de oportunidades. Llevaban sus cosas en la ya clásica valija de cartón. Eligieron para emigrar Argentina, Chile, Perú y Estados Unidos. En muchas ciudades de estos países sus familias multiplicaron la nostalgia por su pueblo. Hoy solo quedan en el pueblito 480 habitantes, viviendo en casas salpicadas en el valle que forma el monte Pagliaro. Es un poquito más de 16 kilómetros cuadrados; en Argentina, menos que un barrio. Pero, a pesar de su tamaño, tiene dos museos -la Casa Giannini, perteneciente a los ancestros de Amadeo Giannini, fundador del Bank of América, una de las instituciones financieras más importantes del mundo y el museo etnográfico-, varias páginas web, una entrada en Wikipedia, un libro con su historia y diversas fiestas populares, entre las que se destaca la Fiesta del Emigrante, que se realiza, cada año, el último domingo del mes de junio. Se trata de una celebración que comenzó hace 52 años, en memoria de los compatriotas que debieron emigrar un siglo atrás. La emigración está representada en una estatua, ubicada en una plaza del pueblo, que personifica a un hombre con su valija de cartón, mirando hacia el Atlántico. Este año, el símbolo de la fiesta fue una gran torta decorada con la clásica valija. A la celebración, que comenzó con una misa en la bella iglesia del pueblo, celebrada como es costumbre por Monseñor Lino Panizza, Obispo de Carabaylló, en Perú, asistieron argentinos, chilenos y estadounidenses. Los casi 400 invitados, entre los que se encontraba el Presidente del Centro Lígure de Rosario, Dr. Oscar Raúl Schiappapietra, se deleitaron con la típica cocina lígure: pizza, focaccia, ravioli, lasaña, y también con un asado de carne argentina. Se bailó el tango y un grupo de aficionados representó, con el vestuario típico, la partida de los emigrantes a América. Y se condecoró con el premio Raíces al ingeniero Rodolfo Baffico, Presidente de la Asociación Lígure de Chile. En fiestas anteriores actuó el coro argentino de Santa Rosa de la Pampa, la Squadra Folcloristica Lígure de Chile, y el coro del pueblo, con vestimenta típica, y participaron delegaciones uruguayas y chilenas.

La historia de Favale di Malvaro se remonta al siglo XI, por lo que sus raíces son tan profundas como las de la vid, que también allí se cultiva, ahora solo para consumo familiar. Durante 26 años se festejó la Sagra del vino blanco, ya que el pueblo pertenece a la denominación de origen controlada "Golfo del Tigullio”, donde se cultivan las variedades de uvas Vermentino, Bianchetta Genovese y Ciliegiolo, para producir vino tinto, blanco, rosado, espumante y passito.

Y todo esto en un pueblito de 480 habitantes, que tiene una sana costumbre: la de no olvidar.

Más información:
http://www.ilsecoloxix.it/p/levante/2012/06/25/APFaRmnC-emigranti_festa_ritorno.shtml#axzz1yqVKNL1o
http://www.teleradiopace.tv/?p=83886
http://it.wikipedia.org/wiki/Favale_di_Malvaro
http://www.favaledimalvaro.com/

 Coro de La Pampa, Argentina

 Coro local

 Delegación chilena. Detrás, el monumento al emigrante.

 Delegación uruguaya

 Representación de la emigración

 Bailando el tango

 Premio

La torta

Agradecimientos: Martino Denegri (fotografìas) y Claudio Massone (datos adicionales).


lunes, 2 de enero de 2012

El abuelo coronel

Otra vez, como hace dos años, fuimos a pasar la Navidad a Sacanta, a la casa de mi prima Elena. Al otro día, tomamos el camino de ripio impecable, que surca una pampa verdosa apta para roadmovie, rumbo a Arroyito, a visitar a mi primo Luis. Después del almuerzo, y precedidas por las catalizadoras anécdotas familiares que Luis y yo hemos escuchado de nuestros padres hasta que partieron, y que seguimos reproduciendo en un ritual interminable, (tales como que el bisabuelo de los chicos era dueño de toda la tierra que va desde Calchín Oeste hasta Arroyito, tierra atravesada por un arroyo, que como testimonio de verdad, lleva el nombre de Arroyo de Alvarez), hicimos el paseo obligado a la Plaza y la Iglesia, para que Francisco conozca (Martín ya lo conocía) a su antepasado ilustre: el Coronel Luis Alvarez, considerado un héroe del pueblo debido a sus antecedentes militares. Guerreó contra indios y caudillos Federales. Si bien esta definición me impide enorgullecerme con comodidad, seguí adelante, ya que no iba en busca de revisionismo, sino de la épica familiar con la que construir un relato familiar. En mi familia paterna, la tradición dice que los más chicos son los depositarios de los secretos familiares. Y en mi familia hay uno.
Frente a la Iglesia de Arroyito estuvo el busto del pariente, Coronel Luis Alvarez. Ya no está. Dicen que lo instalaron en un pedestal en la plaza, pero ahí tampoco figura. No supimos si se lo robaron (había signos de arrancadura), o si lo pusieron a resguardo. Solo quedaban dos placas, debidamente enrejadas. Una dice: Arroyito. Al Coronel Don Luis Alvarez. 1867 – 4 –XII – 1977. Comandante de milicias protectoras de San Justo y malones chaqueños y Pampas. Presidente de la Municipalidad de Villa Concepción del Tío: 1860. Ayudó a reconstruir esta capilla de Arroyito: 1863. Luchas civiles: vencedor de la batalla de “El bajo molino de López” Cba. 20-XI-1861. Jefe de caballería en la Batalla de Las Playas.La otra placa es el epitafio de su tumba y dice: Los que admirasteis sus proezas, los que les debéis la libertad, elevad una plegaria por él.Les cuento a mis hijos que suele definírselo como: Soldado valiente que sirvió a la causa de la civilización y del orden. Me pregunto cual de los dos sintagmas le dará sentido a sus vidas.


























martes, 6 de diciembre de 2011

San Martino

Fui a hacerle una entrevista a Miguel Vigo, para el programa El Viajero y me contó que estuvo con Alicia Dignani, quien había vuelto hacía horas de Italia, con una anécdota sobre el libro El Vino Nicoleño. Es más que seguro que habrá que precisar algunos datos, porque Alicia no se acordaba los pormenores. De todas formas, reconstruyo lo que me contó. Estaba en el pueblo de San Martino, en la Liguria, participando de una fiesta local. Había puestos de comida y ella compraba un pan, que describió como algo parecido a una torta frita, cuando el vendedor le preguntó si era española. Le dijo que era Argentina, de la ciudad de San Nicolás. Un señor que estaba escuchando le comentó que tenía parientes en San Nicolás y le preguntó si conocía el libro El Vino Nicoleño. Le dijo que si. " ¿Y conoce también al autor, Walter Alvarez?". "Si ,claro". El tipo le dijo que quería presentarle al Alcalde de la ciudad, quien estaba desde hacía un tiempo interesado en conseguir un ejemplar, pero traducido al italiano. Alicia estaba con su prima Enrica Rossi, con quien debo contactarme para iniciar ese trámite. Pensé que lo más fácil será darle la dirección de Martino de Negri, quien fue mi anfitrión cuando viaje a Génova, a presentar la traducción del libro, y vive en Serra Ricco, a pocos kilómetros de donde se desarrollaba la escena. El libro estuvo todo el tiempo ahí, quizá esperándolos. Pero tuvo que cumplirse ese trámite azaroso, para que se encontraran.

jueves, 4 de febrero de 2010

Abundancia de cielo

“De esas costas vacías me quedó sobre todo la abundancia de cielo”, comienza diciendo Saer en El Entenado. Spinetta tituló “Los niños que escriben en el cielo”, uno de sus discos. Los navegantes, los trasnochados, los campesinos, los turistas y los niños, todos los que alguna vez estuvieron solos, miraron para arriba y se maravillaron con las formas del cielo. Quizá el atractivo radique en que cada uno es único e irrepetible. “Las aves marcan el camino de los que constantemente miran para arriba”, dijo el poeta Garcilazo Gandolfo.

Lejos del slogan turístico, muchas personas aseguran que el cielo debajo del que nacieron tiene algo de particular. Quien alguna vez los haya mirado sabrá que no es simple chauvinismo. Nuestro cielo es distinto. En color o en blanco y negro, azul, amarillo o gris, nublado o vacío, también hay un cielo nicoleño.















viernes, 29 de enero de 2010

Las cuatro estaciones de El Pecan

San Nicolás, ciudad litoraleña, comparte con sus pares del Paraná un grupo de árboles autóctonos. El Tala, aunque para verlo hay que meterse en la barranca y escasean en las plazas, fue designado, vaya a saber por quien, el típico árbol nicoleño. Decir nicoleño viene mucho mejor que decir nicolense (que suena más a ramallense, ya que ellos no podrían nunca hacerse llamar ramalleños, debido a razones cacofónicas obvias) o que sannicolense o sannicoleño (a pesar que algunos puristas han querido imponer ese gentilicio, olvidándose que la estética no siempre se lleva bien con la precisión).
También el Sauce es un árbol típico de esta costa. Más el llorón que el eléctrico, ya que aquel acaricia el Yaguarón como ninguno.
Pero también el Pecan podría ser un emblema local. Es pariente del Nogal, pero con gustos muy distintos. Al Nogal le gusta el clima seco. Al Pecan, que el agua le moje los tobillos. Por eso crece muy bien en el delta, donde los troncos permanecen meses bajo el agua. También los frutos son diferentes. Quien tenga más de cinco navidades sabe como sabe una nuez. El fruto del Pecan, que también se llama nuez, tiene un sabor más sutil, más astringente, y su textura es más delicada.
El que planté en casa hace tres años me lo regaló Nazareno Bruschi, el viverista más carismático de San Nicolás. Tiene su vivero en La Emilia y hace del cultivo una filosofía. Me lo trajo de San Pedro. Y ahí está el árbol, altísimo, esbelto, en un patio demasiado chico para que desarrolle su gigantesco potencial, casi una maceta para él. Pero ahí va a estar, hasta que aguante.
Lo conocí a través de Carlos Ponte. Que tiene cuarento plantas en su campo de General Rojo, donde alguna vez tuvieron las ciento diez hectáreas de viñedo. Carlos y Nazareno integran conmigo la Asociación del Vino Nicoleño y en asados interminables hicieron de cupido entre el Pecan y yo.
Carlos es un cultor del Pecan. Sus árboles dan una fruta más chica que el mío, pero mucho más apta para preparar una receta deliciosa, que no probé en ningún otro lado, y que bien podría constituirse también, junto a la Boga con torrontes, en un plato típicamente nicoleño. Es la Pecan confitada. Las hace él. Después de haberla visto en algún lugar del norte argentino, y mejorar la receta, como hace siempre. Construyó una maquinita para romper la cáscara sin dañar el fruto, que después baña con glasé real y, a través de un procedimiento muy sencillo, pero muy tedioso, y que no me está dado develar, la seca, sin que se note, la costura. Hace dos años viajamos juntos a la Fiesta de la nuez Pecan que todo los años se hace en Zárate y doy fe que Carlos sorprendió a los más baquianos con su nuez confitada y, con sus noventa años, dio cátedra a los más duchos.
En la ciudad entrerriana de Colón se cultiva mucho el árbol. Una finca, donde llama la atención lo bajito que los plantan, ofrece al turismo una picada de Pecan. En escabeche, a la provenzal, con queso, también confitado, pero ninguna de estas variaciones emparda a la nuez de Carlos.
Mi árbol es muy generoso, dio frutas el año pasado, con solo dos años de vida, lo cual significó un esfuerzo enorme. Todavía estoy comiendo esas frutas, que bien conservadas, aguantan mucho tiempo. Este año está muy cargado y la cosecha pinta linda.
Mi árbol es muy fotogénico y a mi me place mucho retratarlo. Es tan pintón en invierno como en verano y le queda muy bien tanto el azul como el blanco incandescente. Dicen que va a llegar a los treinta metros, que me va a levantar el piso con las raíces. Yo no creo. Algo me dice que el tipo ya se encariño con el patio y que quiere que también le confiten la fruta, si es que alguna vez logro develar el secreto de la nuez de Don Carlos.