lunes, 2 de enero de 2012

El abuelo coronel

Otra vez, como hace dos años, fuimos a pasar la Navidad a Sacanta, a la casa de mi prima Elena. Al otro día, tomamos el camino de ripio impecable, que surca una pampa verdosa apta para roadmovie, rumbo a Arroyito, a visitar a mi primo Luis. Después del almuerzo, y precedidas por las catalizadoras anécdotas familiares que Luis y yo hemos escuchado de nuestros padres hasta que partieron, y que seguimos reproduciendo en un ritual interminable, (tales como que el bisabuelo de los chicos era dueño de toda la tierra que va desde Calchín Oeste hasta Arroyito, tierra atravesada por un arroyo, que como testimonio de verdad, lleva el nombre de Arroyo de Alvarez), hicimos el paseo obligado a la Plaza y la Iglesia, para que Francisco conozca (Martín ya lo conocía) a su antepasado ilustre: el Coronel Luis Alvarez, considerado un héroe del pueblo debido a sus antecedentes militares. Guerreó contra indios y caudillos Federales. Si bien esta definición me impide enorgullecerme con comodidad, seguí adelante, ya que no iba en busca de revisionismo, sino de la épica familiar con la que construir un relato familiar. En mi familia paterna, la tradición dice que los más chicos son los depositarios de los secretos familiares. Y en mi familia hay uno.
Frente a la Iglesia de Arroyito estuvo el busto del pariente, Coronel Luis Alvarez. Ya no está. Dicen que lo instalaron en un pedestal en la plaza, pero ahí tampoco figura. No supimos si se lo robaron (había signos de arrancadura), o si lo pusieron a resguardo. Solo quedaban dos placas, debidamente enrejadas. Una dice: Arroyito. Al Coronel Don Luis Alvarez. 1867 – 4 –XII – 1977. Comandante de milicias protectoras de San Justo y malones chaqueños y Pampas. Presidente de la Municipalidad de Villa Concepción del Tío: 1860. Ayudó a reconstruir esta capilla de Arroyito: 1863. Luchas civiles: vencedor de la batalla de “El bajo molino de López” Cba. 20-XI-1861. Jefe de caballería en la Batalla de Las Playas.La otra placa es el epitafio de su tumba y dice: Los que admirasteis sus proezas, los que les debéis la libertad, elevad una plegaria por él.Les cuento a mis hijos que suele definírselo como: Soldado valiente que sirvió a la causa de la civilización y del orden. Me pregunto cual de los dos sintagmas le dará sentido a sus vidas.


























martes, 6 de diciembre de 2011

San Martino

Fui a hacerle una entrevista a Miguel Vigo, para el programa El Viajero y me contó que estuvo con Alicia Dignani, quien había vuelto hacía horas de Italia, con una anécdota sobre el libro El Vino Nicoleño. Es más que seguro que habrá que precisar algunos datos, porque Alicia no se acordaba los pormenores. De todas formas, reconstruyo lo que me contó. Estaba en el pueblo de San Martino, en la Liguria, participando de una fiesta local. Había puestos de comida y ella compraba un pan, que describió como algo parecido a una torta frita, cuando el vendedor le preguntó si era española. Le dijo que era Argentina, de la ciudad de San Nicolás. Un señor que estaba escuchando le comentó que tenía parientes en San Nicolás y le preguntó si conocía el libro El Vino Nicoleño. Le dijo que si. " ¿Y conoce también al autor, Walter Alvarez?". "Si ,claro". El tipo le dijo que quería presentarle al Alcalde de la ciudad, quien estaba desde hacía un tiempo interesado en conseguir un ejemplar, pero traducido al italiano. Alicia estaba con su prima Enrica Rossi, con quien debo contactarme para iniciar ese trámite. Pensé que lo más fácil será darle la dirección de Martino de Negri, quien fue mi anfitrión cuando viaje a Génova, a presentar la traducción del libro, y vive en Serra Ricco, a pocos kilómetros de donde se desarrollaba la escena. El libro estuvo todo el tiempo ahí, quizá esperándolos. Pero tuvo que cumplirse ese trámite azaroso, para que se encontraran.

jueves, 4 de febrero de 2010

Abundancia de cielo

“De esas costas vacías me quedó sobre todo la abundancia de cielo”, comienza diciendo Saer en El Entenado. Spinetta tituló “Los niños que escriben en el cielo”, uno de sus discos. Los navegantes, los trasnochados, los campesinos, los turistas y los niños, todos los que alguna vez estuvieron solos, miraron para arriba y se maravillaron con las formas del cielo. Quizá el atractivo radique en que cada uno es único e irrepetible. “Las aves marcan el camino de los que constantemente miran para arriba”, dijo el poeta Garcilazo Gandolfo.

Lejos del slogan turístico, muchas personas aseguran que el cielo debajo del que nacieron tiene algo de particular. Quien alguna vez los haya mirado sabrá que no es simple chauvinismo. Nuestro cielo es distinto. En color o en blanco y negro, azul, amarillo o gris, nublado o vacío, también hay un cielo nicoleño.















viernes, 29 de enero de 2010

Las cuatro estaciones de El Pecan

San Nicolás, ciudad litoraleña, comparte con sus pares del Paraná un grupo de árboles autóctonos. El Tala, aunque para verlo hay que meterse en la barranca y escasean en las plazas, fue designado, vaya a saber por quien, el típico árbol nicoleño. Decir nicoleño viene mucho mejor que decir nicolense (que suena más a ramallense, ya que ellos no podrían nunca hacerse llamar ramalleños, debido a razones cacofónicas obvias) o que sannicolense o sannicoleño (a pesar que algunos puristas han querido imponer ese gentilicio, olvidándose que la estética no siempre se lleva bien con la precisión).
También el Sauce es un árbol típico de esta costa. Más el llorón que el eléctrico, ya que aquel acaricia el Yaguarón como ninguno.
Pero también el Pecan podría ser un emblema local. Es pariente del Nogal, pero con gustos muy distintos. Al Nogal le gusta el clima seco. Al Pecan, que el agua le moje los tobillos. Por eso crece muy bien en el delta, donde los troncos permanecen meses bajo el agua. También los frutos son diferentes. Quien tenga más de cinco navidades sabe como sabe una nuez. El fruto del Pecan, que también se llama nuez, tiene un sabor más sutil, más astringente, y su textura es más delicada.
El que planté en casa hace tres años me lo regaló Nazareno Bruschi, el viverista más carismático de San Nicolás. Tiene su vivero en La Emilia y hace del cultivo una filosofía. Me lo trajo de San Pedro. Y ahí está el árbol, altísimo, esbelto, en un patio demasiado chico para que desarrolle su gigantesco potencial, casi una maceta para él. Pero ahí va a estar, hasta que aguante.
Lo conocí a través de Carlos Ponte. Que tiene cuarento plantas en su campo de General Rojo, donde alguna vez tuvieron las ciento diez hectáreas de viñedo. Carlos y Nazareno integran conmigo la Asociación del Vino Nicoleño y en asados interminables hicieron de cupido entre el Pecan y yo.
Carlos es un cultor del Pecan. Sus árboles dan una fruta más chica que el mío, pero mucho más apta para preparar una receta deliciosa, que no probé en ningún otro lado, y que bien podría constituirse también, junto a la Boga con torrontes, en un plato típicamente nicoleño. Es la Pecan confitada. Las hace él. Después de haberla visto en algún lugar del norte argentino, y mejorar la receta, como hace siempre. Construyó una maquinita para romper la cáscara sin dañar el fruto, que después baña con glasé real y, a través de un procedimiento muy sencillo, pero muy tedioso, y que no me está dado develar, la seca, sin que se note, la costura. Hace dos años viajamos juntos a la Fiesta de la nuez Pecan que todo los años se hace en Zárate y doy fe que Carlos sorprendió a los más baquianos con su nuez confitada y, con sus noventa años, dio cátedra a los más duchos.
En la ciudad entrerriana de Colón se cultiva mucho el árbol. Una finca, donde llama la atención lo bajito que los plantan, ofrece al turismo una picada de Pecan. En escabeche, a la provenzal, con queso, también confitado, pero ninguna de estas variaciones emparda a la nuez de Carlos.
Mi árbol es muy generoso, dio frutas el año pasado, con solo dos años de vida, lo cual significó un esfuerzo enorme. Todavía estoy comiendo esas frutas, que bien conservadas, aguantan mucho tiempo. Este año está muy cargado y la cosecha pinta linda.
Mi árbol es muy fotogénico y a mi me place mucho retratarlo. Es tan pintón en invierno como en verano y le queda muy bien tanto el azul como el blanco incandescente. Dicen que va a llegar a los treinta metros, que me va a levantar el piso con las raíces. Yo no creo. Algo me dice que el tipo ya se encariño con el patio y que quiere que también le confiten la fruta, si es que alguna vez logro develar el secreto de la nuez de Don Carlos.







domingo, 24 de enero de 2010

Luna de Erézcano

Fuimos, invitados por Acuerdo Ambiental, a una parrillada astronómica en la antigüa Escuela rural Nª 21, donde actualmente funciona el Centro de educación física Nª 19, distante a 9 kilómetros desde la ruta 188 hacia el arroyo Ramallo. Vimos tres lunas de Júpiter y la luna nuestra. Con mi camarita digital logré sacar estas fotos del queso lunar tal cual se mostraba en el cielo rural.