Una definición de poesía que dice todo lo que hubiera querido decir. Fue publicado en el suplemento Señales, que dirige Osvaldo Aguirre, en el diario La Capital de Rosario
El más arduo de los oficios
Por Rubén Sevlever
I
No me creo capaz de poder definir qué es la poesía —más allá de la preceptiva y de las definiciones de la ciencia literaria. En un sentido profundo, la siento como algo indefinible. Pienso que la poesía se va develando a través de la lectura, de la vivencia despertada por la lectura de sus propios textos. Que Ella es como el sueño, que siempre oculta un significado latente más hondo que su representación manifiesta y requiere otra metodología para transmitir sus contenidos libres, como las formas de la naturaleza. La verdadera poesía es críptica, no agota las apetencias de nuestra razón, ni se explicita a través del discurso. De lo contrario sería mera prosa, prosa corriente.
En cuanto a la posible definición de "mi poesía", de "mi propia escritura", me siento como alguien que intenta detener el curso de un río y congelarlo en una sola imagen estática. El río sigue siendo río, en una realidad dinámica y polifacética, y por lo tanto, inasible desde cualquier punto de vista fijo. La poesía, en su fluyente presencia, "es" y desborda todo intento puramente intelectual para captarla. Aunque ella también sea un medio de conocimiento. La poesía se da a través de objetos estéticos —formados por palabras— que, como tales, son insustituibles, y que muchas veces producen la mudez temporaria del razonamiento. En una forma de comunicación más directa, recurre a un lenguaje "presentativo" (como lo designa Susan Langer), comparable en gran medida al de la música o la pintura, o al gesto de la danza, que son formas más puras de utilizar este lenguaje. Se manifiesta a través del ritmo, la imagen, la transposición, la paradoja y los contenidos afectivos de las palabras, más que por sus contenidos literales. Por medio de la sugerencia, la comparación, la metáfora, se aleja de toda conceptualización. Se traduce en emociones inmediatas. Rescata la sonoridad arcaica de las palabras, sus resonancias más recónditas e inesperadas. Es una "dinámica de lo impensado" y un intento de manifestar lo espontáneo a través de la síntesis (por lo menos en lo que refiere a nuestra poesía contemporánea y occidental, llamada "culta", nuestra poesía lírica, que corresponde al hacer del homo ludens, y a su libre elección creadora).
II
Mucho se ha hablado acerca de la poesía, de la poesía como expresión, como símbolo, como objeto, de la poesía como dinámica del inconsciente, como revelación, como magia y alquimia del verbo, como juego inconsciente, como forma original de descubrir la realidad, como sueño dentro de la vigilia, como exorcismo y misterio; mucho se ha hablado de sus modos de manifestación, de su estructura sonora, de su articulación sintáctica, etc., pero poco es lo que se sabe de ella, de su "esencia", de su "ser", de sus "orígenes", poco es lo que se sabe de ella, porque está entroncada con las raíces primigenias del lenguaje, casi con el gesto, diría, más primitivo, con la génesis y el punto de partida de nuestra historia, con el inicio del diálogo. Ya que la poesía se asienta en los estratos más profundos de la comunicación humana.
III
No sé si he llegado a la poesía, si el hecho de hacer poesía significa que he llegado al "todo" que ella implica o a alguna de sus partes, o si —llegando a través del poema— ella me abandona y queda sólo el poema, el rastro de su presencia momentánea, la huella de su "estar", el vestigio de su extraordinaria vigencia. Ya que la poesía señala un "estado", un clima peculiar del "ser" poético.
Desde un punto de vista puramente racional, esta poesía no existe, existen los poemas, ella es un nombre, designa el género donde estos se reconocen, se identifican como productos de un "hacer". La poesía sería entonces una abstracción, un cómodo denominador común que abarca todos los reales y posibles fenómenos que la anuncian y la corporizan. O bien, puede ser concebida desde el mito como un espacio inaprensible donde el destino del hombre deja inscripto el testimonio de su paso por la existencia, la impronta de su sensibilidad estética, la materia residual de su dolor o su exaltación frente a lo creado. La clave del más arduo de los oficios: intentar dar con las palabras un reflejo veraz de sí mismo. Por eso puede llegar a ser la historia de un perenne fracaso, o de una ilusión imposible.
(de Poemas elegidos y otros escritos)