El almacén de Giovanelli, donde iba a tomar el Hormiga Negra.
Finalmente Pablo Makovsky pudo presentar su libro de relatos y
vivencias sobre San Nicolás en esta ciudad. No voy a decir nada sobre la
presentación, porque debería hablar sobre la idiosincrasia de los nicoleños y
no quiero hablar de eso.
El libro se llama San Nicolás de la Frontera y fue editado
por la Editorial Municipal de Rosario, que todos los años llama a concurso para alguno de los géneros
literarios y edita algunos libros. Libros donde se nota el trabajo profesional
de diseñadores, fotógrafos y editores. Es decir donde se valora el trabajo del
autor.
Ese día también se presentó el libro Oratorio Morante, de
Osvaldo Aguirre. En San Nicolás hay muchos intelectuales que no conocen a Pablo
y a Osvaldo. Para ayudarlos a ampliar su horizonte de conocimiento los propongo
que vayan acá y acá.
El libro de Pablo tiene el marco de la
San Nicolás tres veces refundada. Primero
por los primitivos habitantes agrupados por Rafael de Aguiar, después por los
inmigrantes europeos que llegaron escapando de la miseria y convirtieron a la
campiña nicoleña en un vergel y por último por los inmigrantes del interior y
de países limítrofes que llegaron buscando el trabajo que les permitiera formar
una familia, hacer estudiar a sus hijos y volver una vez al año a visitar a sus
parientes. Pablo llegó de Uruguay con sus padres a los 11 años en esta última
ola. Aquí vivió la experiencia del San Nicolás de los 70, el pleno empleo y su
máximo emblema: el barrio Somisa, la escuela industrial (símbolo del ascenso
social metalúrgico), la creación del ERP y el asomo a la adolescencia.
Después se fue a vivir a Rosario pero siguió viniendo a San
Nicolás y acá dejó algunas huellas: el programa de televisión El sueño de la Perdiz en el naciente Canal
2, el personaje del Padre Rilke en la naciente FM 88, sus clases de cine en el
Colegio Don Bosco -en la época en que ser maestro del colegio significaba algo- y sus clases en la escuela de periodismo. Venía todos los días desde Rosario en
el Tirsa, cruzando la frontera geográfica que separa a esta ciudad con la
provincia de Santa Fe y cruzando también las otras dos fronteras que dividen a
San Nicolás, la histórica frontera de Buenos Aires con la Confederación y la
frontera mitológica del San Nicolás fantástico donde habita el temible Yaguarón
en el límite donde el campo se desbarranca hacia la isla. Y al captar el
carácter fronterizo de nuestra idiosincrasia nicoleña -aunque aquí sería mejor
decir arroyeña- encontró el sentido de su experiencia adolescente. Entendió que
se puede aprender tanto de los relatos como de los conceptos y nos legó un
prisma a través del cual ver nuestra propia experiencia.