Transcribo esta traducción al solo efecto de agregarle links y destacar algunas frases. El título refiere a varias cosas, la infantil utopía tecnológica fomentada por los Medios con la que nos hemos criado, el recuerdo de los buenos momentos que las viejas series nos hicieron pasar, una mesa donde padre e hijo se vinculaban a través del televisor en blanco y negro (o se vinculaban en blanco y negro a través del televisor). No tengo en claro todavía hasta que punto adhiero a esta postura.
#ACELERA
MANIFIESTO POR UNA
POLÍTICA ACELERACIONISTA
Por Alex Williams y Nick Srnicek
Trad.
Comité Disperso
01. INTRODUCCIÓN: Sobre la coyuntura
1. En el comienzo de la segunda década del siglo XXI, la civilización global se enfrenta
a un nuevo tipo de cataclismo. Las apocalipsis que se avecinan dejan en ridículo las
normas y las estructuras de organización política que se forjaron con el nacimiento de
los estados-nación, el auge del capitalismo y un siglo XX marcado por guerras sin
precedentes.
2. Lo más significativo es el colapso del sistema climático del planeta, que puede
incluso poner en peligro la existencia de toda la población mundial. A pesar de que se
trata de la amenaza más grave a la que se enfrenta la humanidad, hay una serie de
problemas de menor envergadura pero potencialmente igual de desestabilizadores que
coexisten e interactúan con el problema principal. El agotamiento irreversible de los
recursos, especialmente de las reservas de agua y energía, puede provocar una
hambruna masiva, el colapso de los paradigmas económicos y nuevas guerras, frías y
calientes. La crisis financiera continuada ha llevado a los gobiernos a adoptar la
espiral mortal de las políticas de austeridad y a privatizar los servicios públicos del
estado del bienestar y ha provocado un desempleo masivo así como el estancamiento
de los salarios. La creciente automatización de los procesos productivos, incluido el
“trabajo intelectual”, pone de manifiesto la crisis secular del capitalismo y su pronta
incapacidad a la hora de mantener los niveles de vida actuales, incluso para las clases
medias del hemisferio norte, ya en proceso de desaparición.
3. En contraste con estas catástrofes en aceleración continua, la política actual se
caracteriza por un inmovilismo que la incapacita para generar las nuevas ideas y
modelos de organización necesarios para transformar nuestras sociedades de modo
que sean capaces de hacer frente a las amenazas de aniquilación que se perfilan.
Mientras la crisis se acelera y refuerza, la política se ralentiza y debilita. En esta
parálisis del imaginario político, el futuro queda anulado.
4. Desde 1979 la ideología política hegemónica a nivel mundial ha sido el
neoliberalismo, omnipresente con algunas diferencias de matiz en todas las potencias
2
económicas que actualmente dominan el mundo. A pesar de los desafíos
profundamente estructurales que los nuevos problemas globales presentan a este
sistema —los más acuciantes las crisis crediticias, financieras y fiscales que se están
produciendo desde el año 2007/2008— los programas neoliberales no han hecho sino
ahondar en sus dogmas. Esta continuación del proyecto neoliberal, o neoliberalismo
2.0, ha empezado a aplicar una nueva ronda de ajustes estructurales dirigidos,
especialmente, a facilitar nuevas y agresivas incursiones del sector privado en lo que
queda de las instituciones democráticas y los servicios sociales. Todo esto a pesar de
los efectos económicos y sociales negativos inmediatos y de los obstáculos a más largo
plazo que plantean las nuevas crisis globales.
5. Que los sectores de la derecha gubernamental y no gubernamental y del ámbito
corporativo hayan sido capaces de impulsar de este modo el neoliberalismo es, al
menos en parte, consecuencia de la parálisis y la incapacidad permanentes que azotan
a gran parte de lo que queda de la izquierda. Treinta años de neoliberalismo han
despojado a la mayoría de los partidos políticos de izquierda de pensamiento radical,
contenidos y un mandato popular. En el mejor de los casos han respondido a la
presente crisis con llamamientos para recuperar los principios económicos
keynesianos, a pesar de la evidencia de que las condiciones de posguerra que
permitieron el desarrollo de las socialdemocracias ya no existen. No podemos regresar
así sin más a los postulados fordistas de producción en masa. Incluso los regímenes
neosocialistas de la
Revolución Bolivariana de América del Sur, a pesar de su
alentadora resistencia a la hora de combatir los dogmas del capitalismo
contemporáneo, siguen siendo incapaces lamentablemente de presentar una
alternativa más allá del socialismo de mediados del siglo XX. El trabajo organizado,
debilitado sistemáticamente por los cambios que trae aparejados el proyecto
neoliberal, se fosiliza a nivel institucional y, en el mejor de los casos, sólo puede
mitigar levemente los nuevos ajustes estructurales. Sin un enfoque sistemático para
construir un nuevo modelo económico ni la solidaridad estructural necesaria para
promover cambios, las fuerzas laborales siguen siendo relativamente impotentes. Los
nuevos movimientos sociales que han surgido desde el final de la Guerra Fría y que
desde 2008 han experimentando un resurgimiento han sido igualmente incapaces de
concebir una nueva visión ideológico-política. Por el contrario, estos movimientos
consumen una gran cantidad de energía en los procesos internos de democracia
directa y en la autocomplacencia afectiva por delante de la eficacia estratégica, y con
frecuencia propugnan una variante de localismo neoprimitivista, como si para luchar
contra la violencia abstracta del capital globalizado fuese suficiente la “autenticidad”
frágil y efímera de la inmediatez comunal.
6. A falta de una visión social, política, organizativa y económica radicalmente nueva,
los poderes hegemónicos de la derecha seguirán siendo capaces de impulsar su
limitado imaginario a pesar de todas las evidencias en contra. En el mejor de los
escenarios, puede que la izquierda sea capaz durante un tiempo de resistir
parcialmente algunas de las peores incursiones. Pero esto poco podrá hacer contra la inexorable marea final que se avecina. Generar una nueva hegemonía global de la
izquierda implica recuperar los futuros posibles perdidos, es más: implica
recuperar el
futuro como tal.
02. INTERREGNUM: Sobre el aceleracionismo
1. Si hay algún sistema que se haya asociado con ideas de aceleración, ese es el
capitalismo. El metabolismo esencial del capitalismo demanda un crecimiento
económico constante, una competencia permanente entre entidades capitalistas
individuales y un desarrollo continuo de las tecnologías para aumentar la ventaja
competitiva, todo ello acompañado de una fractura social cada vez más grande. En su
forma neoliberal, su proclama ideológica es la liberación de las fuerzas de destrucción
creativa para despejar el camino a las innovaciones tecnológicas y sociales, en
constante aceleración.
2. El filosofo
Nick Land perfiló todavía más este fenómeno con la creencia miope,
aunque hipnótica, de que la velocidad capitalista por sí sola podría generar una
transición global hacia una singularidad tecnológica sin precedentes. En esta visión
del capital, el ser humano podría acabar siendo una carga y un obstáculo para
alcanzar esa inteligencia planetaria abstracta rápidamente construida juntando
fragmentos de civilizaciones pasadas. El neoliberalismo de Land confunde, sin
embargo, la velocidad con la aceleración. Puede que estemos avanzando rápidamente,
pero sólo lo hacemos dentro de un conjunto de estrictos parámetros capitalistas que
nunca oscilan. Lo que estamos experimentando es solo la percepción del aumento de
velocidad de un horizonte local, un simple espasmo clínicamente muerto en lugar de
una aceleración navegable, de un proceso experimental de descubrimiento dentro de
un espacio universal de posibilidades. Es esta última forma de aceleración la que
consideramos esencial.
3. Lo peor es que, tal y como ya detectaron Deleuze y Guattari, lo que la velocidad
capitalista desterritorializa por un lado, lo territorializa por el otro; y esto ha sido así
desde el principio. El progreso se ve limitado por un marco rígido de valor añadido,
capital flotante y un ejército reservista de mano de obra. La modernidad se reduce a
medidas estadísticas de crecimiento económico y la innovación social se encalla en los
restos obsoletos de nuestro pasado colectivo. La desregulación impulsada por el
tándem Tatcher-Reagan convive en armonía con los valores familiares y religiosos
victorianos basados en el “retorno a los orígenes”.
4. Una de las tensiones fuertes que existen en el neoliberalismo hace referencia a la
autoimagen que proyecta como instrumento de modernidad, de hecho, directamente
como sinónimo de modernidad, prometiendo un futuro que es incapaz de
proporcionar. Por el contrario, a medida que el neoliberalismo ha ido avanzando, en
lugar de fomentar la creatividad individual ha tendido a eliminar la inventiva cognitiva en beneficio de una línea de producción afectiva de interacciones ajustadas
a un guión preestablecido. Todo ello combinado con cadenas de suministro globales y
una zona de producción neofordista al Este. El reducido y exclusivo cognitariado de
trabajadores intelectuales se empequeñece cada año que pasa, y lo hace al ritmo en el
que la automatización algorítmica se abre paso entre las esferas del trabajo afectivo e
intelectual.
A pesar de haberse posicionado a sí mismo como un acontecimiento
histórico necesario, el neoliberalismo era en realidad un conjunto de medidas de
contingencia para hacer frente a la crisis de valores que emergió en la década de los
setenta. Inevitablemente, el neoliberalismo se convirtió en una sublimación de la
crisis en lugar de en su derrota definitiva.
5. Marx, junto con Land, es el pensador por excelencia del aceleracionismo
paradigmático. A pesar de las manidas críticas e incluso del comportamiento de
algunos contemporáneos de Marx, cabe recordar que Marx utilizó los instrumentos
teóricos más avanzados y los datos empíricos disponibles para intentar entender y
transformar su mundo. No era un pensador contrario a la modernidad, sino un
pensador que buscaba analizarla e intervenir en ella y que era consciente de que, a
pesar de toda la explotación y corrupción que el capitalismo llevaba implícitas, era el
sistema económico más avanzado del momento. Sus beneficios eran irreversibles,
pero aceleró hasta límites insospechados el valor del modelo capitalista.
6. En 1918, en su obra titulada “”Izquierdismo: Una enfermedad infantil del
comunismo”, Lenin escribió incluso:
El socialismo es inconcebible sin la gigantesca maquinaria capitalista
basada en los últimos avances de la ciencia moderna. Es inconcebible sin
una organización estatal planificada que someta a decenas de millones de
personas al más estricto cumplimiento de una norma única de
producción y distribución.
Nosotros, los marxistas, hemos hablado siempre de esto, y no merece la
pena gastar siquiera dos segundos en conversar con gente que no
comprende ni siquiera eso (los anarquistas y un parte considerable de los
revolucionarios de la izquierda socialista).
7. Marx sabía muy bien que el capitalismo no puede ser identificado como el
verdadero agente de la aceleración. De igual forma, afirmar que las políticas de
izquierda son la antítesis de la aceleración tecnosocial es, al menos en parte, una grave
tergiversación de los hechos.
Si la izquierda política se quiere asegurar un futuro,
tiene que ser uno en el que adopte al máximo esta tendencia aceleracionista
reprimida.
03: MANIFIESTO: Sobre el futuro
1. Creemos que la división más importante que existe hoy en la izquierda se
encuentra entre los que tienen una política popular de carácter local, de acción
directa e incansable horizontalidad, y los que esbozan lo que debe empezar a llamarse
una política aceleracionista, que se siente cómoda con una modernidad de
abstracción, complejidad, globalidad y tecnología. Los primeros se dan por satisfechos
con establecer pequeños espacios temporales de relaciones sociales no capitalistas,
rehuyendo los problemas reales que conlleva el hecho de tener que luchar contra
enemigos intrínsecamente no locales, abstractos y profundamente arraigados en
nuestra infraestructura cotidiana. El fracaso de estas políticas es la crónica de una
muerte anunciada. Por el contrario,
una política aceleracionista busca preservar las
conquistas del capitalismo tardío al tiempo que va más allá de lo que permite su
sistema de valores, sus estructuras de poder y sus patologías de masa.
2. Todos queremos trabajar menos. Es intrigante saber por qué el economista más
importante del mundo de la era de posguerra creía que un capitalismo ilustrado
conllevaría inevitablemente con el tiempo una reducción radical de la jornada
laboral. En “Perspectivas económicas para nuestros nietos” (escrito en 1930), Keynes
predijo un futuro capitalista en el que las personas habrían reducido su jornada
laboral a tres horas al día. Lo que ha ocurrido, en cambio, es que se ha ido
eliminando progresivamente la separación entre trabajo y vida privada y que el
trabajo, con el tiempo, ha acabado por impregnar todos los aspectos de las relaciones
sociales.
3. El capitalismo ha empezado a reprimir las fuerzas productivas de la tecnología o,
por lo menos, a dirigirlas hacia fines absurdamente limitados. Las guerras de patentes
y la monopolización de las ideas son fenómenos contemporáneos que ponen de
relieve tanto la necesidad del capital de ir más allá de la competencia como su
aproximación cada vez más retrógrada a la tecnología. Los logros aceleracionistas del
neoliberalismo no han resultado en menos trabajo ni en menos estrés. Y en lugar de
un mundo cargado de futuro, de viajes espaciales y potencial tecnológico
revolucionario, vivimos en una época donde lo único que avanza es una parafernalia
de cosas ligeramente mejoradas para los consumidores.
Un sinfín de repeticiones de
los mismos productos básicos sostienen la demanda marginal de consumo a expensas
de la aceleración humana.
4. No queremos volver al modelo fordista. No es posible regresar al fordismo. La
“edad de oro” capitalista partía del paradigma productivo de la fábrica como entorno
industrial ordenado, donde los trabajadores (hombres) recibían seguridad y
condiciones de vida básicas a cambio de una vida de aburrimiento anquilosante y de
represión social. Este sistema se sustentaba en una jerarquía internacional de colonias
e imperios y una periferia subdesarrollada, así como en una jerarquía nacional de
racismo y sexismo y en una estricta jerarquía familiar de subyugación de la mujer. A pesar de la nostalgia que muchos pueden sentir, el regreso a este régimen es tan
indeseable como imposible en la práctica.
5. Los aceleracionistas quieren liberar las fuerzas productivas latentes. En este
proyecto, la base material del neoliberalismo no necesita ser destruida. necesita ser
reformulada con el fin de alcanzar unos objetivos comunes. La infraestructura
capitalista existente no es un escenario que tenga que ser demolido, sino una
plataforma de lanzamiento del post-capitalismo.
6. El sometimiento de la tecnociencia a los objetivos capitalistas —especialmente
desde finales de la década de los setenta— impide conocer a fecha de hoy lo que una
maquinaria tecnosocial moderna sería capaz de lograr. ¿Quiénes de nosotros
reconocen hoy los potenciales ocultos que se esconden detrás de las tecnologías
actuales? Nosotros creemos que el auténtico potencial transformador de muchos de
los avances tecnológicos y científicos de nuestro tiempo no se ha explotado aún,
cargados de características redundantes (o pre-adaptaciones). De producirse un
cambio más allá de la miopía de los aliados capitalistas, estos avances podrían resultar
decisivos.
7. Queremos acelerar el desarrollo tecnológico sin caer por ello en el utopismo
tecnológico. Sabemos que la tecnología nunca será suficiente para salvarnos.
Necesaria sí, pero nunca suficiente sin la acción sociopolítica. Las esferas social y
tecnológica van siempre de la mano, y los cambios en una de ellas propician y
potencian los cambios en la otra. Mientras que los tecnoutopistas creen que la
aceleración tecnológica permitirá superar automáticamente de por sí los conflictos
sociales, nosotros pensamos que el desarrollo tecnológico tiene que acelerarse
precisamente porque la tecnología es necesaria para ganar los conflictos sociales.
8. Creemos que cualquier post-capitalismo requiere una planificación post-capitalista.
Querer creer que después de una revolución la gente construirá espontáneamente un
nuevo sistema socioeconómico que no constituya un simple retorno al capitalismo es,
en el mejor de los casos, ingenuo, y en el peor, ignorancia pura. Para planificar esta
fase tenemos que desarrollar un mapa cognitivo del sistema existente y especular con
una posible imagen del sistema económico futuro.
9. Para ello, la izquierda tiene que aprovechar todos y cada uno de los avances
científicos y técnicos que hace posible la sociedad capitalista. La cuantificación no es
un demonio que deba ser exterminado sino una herramienta que ha de ser utilizada
de la forma más eficaz posible. Los modelos económicos son, en palabras simples, una
herramienta necesaria para hacer inteligible un mundo complejo. La crisis financiera
de 2008 pone de manifiesto los riesgos de aceptar a ciegas modelos matemáticos,
aunque esto es más un problema de autoridad ilegítima que de matemáticas. Las
herramientas que nos ofrecen las disciplinas de análisis de redes sociales, modelos
basados en agentes, análisis de grandes conjuntos de datos y modelos económicos de no equilibrio son necesarias a nivel cognitivo para entender sistemas complejos como
la economía moderna. La izquierda aceleracionista tiene que formarse bien en estos
campos técnicos.
10. Cualquier transformación de la sociedad debe implicar la experimentación
económica y social. El proyecto chileno
Cybersyn es un paradigma de esta actitud
experimental. En él se fusionan tecnologías cibernéticas avanzadas con técnicas de
modelación económica sofisticadas y una plataforma democrática materializada en la
infraestructura tecnológica. En los años cincuenta y sesenta también se realizaron
experimentos similares en la economía soviética, empleando la cibernética y la
programación lineal para intentar resolver los nuevos problemas a los que se
enfrentaba la primera economía comunista del mundo. El fracaso de estos
experimentos se debió en última instancia a las limitaciones tanto políticas como
tecnológicas a las que estos pioneros cibernéticos estaban sometidos en esa época.
11. La izquierda tiene que desarrollar una hegemonía tecnosocial tanto en el ámbito
de las ideas como en el ámbito de las plataformas materiales, que son la
infraestructura de la sociedad globalizada. Las plataformas establecen los parámetros
básicos de lo que es posible tanto a nivel conductual como ideológico, plasmando con
ello la trascendencia material de la sociedad. Son las que hacen posible determinados
grupos de acciones, relaciones y poderes. Las plataformas globales actuales presentan
una desviación tendenciosa hacia las relaciones sociales capitalistas, pero no es algo
que sea ni inevitable ni irreversible. Estas plataformas materiales de producción,
finanzas, logística y consumo pueden ser y serán reprogramadas y reformateadas hacia
parámetros post-capitalistas.
12. No creemos que la acción directa sea suficiente para alcanzar ninguno de estos
objetivos. Las tácticas habituales de manifestación con pancartas y creación de
espacios temporalmente autónomos conllevan el riesgo de convertirse en sustitutos
cómodos de la acción realmente eficaz y exitosa. “Al menos hacemos algo”, es el grito
unánime que lanzan aquellos que anteponen la autoestima a la acción realmente
eficaz. El único criterio que define una buena táctica es si con ella se consigue o no el
éxito. Tenemos que acabar con las formas de acción individuales fetichistas. La
política tiene que ser tratada como un conjunto de sistemas dinámicos divididos por
conflictos, adaptaciones y contraadaptaciones permanentes junto con carreras
armamentísticas estratégicas. Esto significa que cualquier forma de acción política
individual pierde su eficacia con el tiempo porque la otra parte se adapta. No hay
ninguna forma de acción política históricamente inviolable. Es más: con el tiempo se
hace cada vez más necesario abandonar algunas tácticas de lucha tradicionales porque
las fuerzas y las entidades que se pretende derrotar con ellas aprenden a defenderse y
a contrarrestarlas muy eficazmente. La incapacidad de la izquierda de hoy de hacer lo
mismo es uno de los motivos principales del malestar actual.
13. Hay que poner fin a la priorización extrema que se hace de la democracia como
proceso. La idolatría de la horizontalidad, la inclusión y la apertura que practica gran
parte de la izquierda “radical” sienta las bases de la ineficacia. El secretismo, la
verticalidad y la exclusión también tienen su lugar en la acción política efectiva (no
como herramientas únicas, obviamente).
14. La democracia no puede ser definida simplemente por los medios que emplea: la
votación, el debate o las asambleas generales.
La democracia de verdad tiene que
definirse por su objetivo: la emancipación y el autodominio colectivo. Es un proyecto
que debe aunar la política con el legado de la Ilustración, en la medida en la que sólo
mediante nuestra habilidad para comprendernos mejor y entender mejor nuestro
mundo (social, tecnológico, económico, psicológico) podremos llegar a gobernarnos a
nosotros mismos. Tenemos que establecer una autoridad vertical legítima controlada
colectivamente junto con modelos sociales horizontales y distribuidos para evitar
convertirnos en esclavos de un centralismo totalitario y tiránico o, por contra, de un
orden emergente caprichoso que escapa a nuestro control. La autoridad de El Plan
tiene que casarse con el orden improvisado de La Red.
15. No presentamos ninguna organización en particular como el instrumento ideal
para integrar estos vectores. Lo que se necesita —lo que siempre se ha necesitado— es
un ecosistema de organizaciones, un pluralismo de fuerzas retroalimentándose sobre
la base de sus ventajas comparativas. El sectarismo es la sentencia de muerte de la
izquierda del mismo modo que lo es el centralismo, y en este sentido recalcamos de
nuevo la importancia de experimentar con diferentes tácticas (incluso con aquellas
con las que no estamos de acuerdo).
16. Tenemos tres objetivos concretos a medio plazo. En primer lugar, tenemos que
construir una infraestructura intelectual. Imitando a la
Sociedad Mont Pelerin de la
revolución neoliberal, se trata de crear una nueva ideología y unos modelos
económicos y sociales nuevos, así como una visión de lo que está bien para
reemplazar y superar los paupérrimos ideales que rigen nuestro mundo actual.
Estamos hablando de una infraestructura en el sentido de construir no solo ideas,
sino instituciones y herramientas físicas que permitan materializar, inculcar y divulgar
dichas ideas.
17. Tenemos que impulsar una reforma de los medios a gran escala. Porque, a pesar
de la aparente democratización que ofrecen internet y las redes sociales, los medios de
comunicación tradicionales siguen siendo claves para seleccionar y elaborar el
discurso. Poseer los recursos necesarios para seguir impulsando el periodismo de
investigación es también un factor determinante. Someter estos entes al máximo
control popular es esencial para desmontar el discurso actual sobre el estado de las
cosas.
18. Por último, tenemos que reconstruir las diversas formas del poder de clase. Esta
reconstrucción debe ir más allá de la idea de que ya existe un proletariado global
generado de forma orgánica. En lugar de ello, debemos buscar la manera de integrar
una serie dispar de identidades proletarias fragmentadas, que a menudo se
manifiestan bajo formas post-fordistas de trabajo precario.
19. Hay muchos grupos e individuos trabajando ya en estos tres objetivos, pero por
separado sus esfuerzos son insuficientes. Lo que se necesita es que los tres se
retroalimenten mutuamente, con cada uno modificando la conjunción
contemporánea de tal manera que los otros sean más y más efectivos. Un bucle de
feedback sobre la transformación ideológica, social, económica y de infraestructuras
que genere una nueva hegemonía compleja, una nueva plataforma tecnosocial postcapitalista. La Historia demuestra que siempre ha sido una amplia amalgama de
tácticas y de organizaciones la que ha provocado un cambio sistémico; debemos
aprender de estas lecciones.
20. Para lograr cada uno de estos objetivos, en el plano más práctico, sostenemos que
la izquierda aceleracionista debe pensar más seriamente en los flujos de recursos y de
dinero necesarios para construir una nueva infraestructura política eficaz. Más allá del
“poder del pueblo” que ostentan los agentes que actúan en la calle, necesitamos
financiación, ya sea de gobiernos, instituciones, laboratorios de ideas, sindicatos o
benefactores individuales. Consideramos que la localización y la gestión de tales flujos
de financiación son esenciales para comenzar a reconstruir un ecosistema de
organizaciones de izquierda aceleracionistas eficaces.
21. Sólo una política prometeica en la que se ostente un dominio absoluto de la
idiosincrasia de la sociedad y su entorno será capaz de abordar los problemas globales
o lograr una victoria sobre el capital. Es necesario diferenciar este tipo de dominio del
tan querido por los pensadores de la Ilustración original. El universo mecánico de
Laplace, tan fácilmente dominado con la suficiente información, ha desaparecido de
la agenda de la cognición científica seria. Pero esto no es para alinearnos con lo que
queda de la posmodernidad, condenando el dominio como algo proto-fascista o la
autoridad como de por sí ilegítima. En su lugar, proponemos que los problemas que
acechan nuestro planeta y nuestra especie nos sirvan para otorgar al autodominio un
aspecto y una complejidad totalmente renovadas. Si bien no podemos predecir el
resultado exacto de nuestras acciones, sí podemos determinar de forma probabilística
rangos de resultados posibles. Lo que debe asociarse a estos análisis de sistemas
complejos es una nueva forma de acción: improvisada y capaz de confeccionar un
diseño a partir de un procedimiento práctico que aborda las contingencias con las
que se encuentra únicamente a través de la acción, dentro de una política de maestría
geosocial y astuta racionalidad. Una forma de experimentación abductiva que busca
las mejores herramientas para actuar en un mundo complejo.
22. Necesitamos recuperar el argumento que tradicionalmente se ha hecho valer para
el post-capitalismo:
el capitalismo no sólo es un sistema injusto y perverso sino
también un sistema que frena el progreso. Nuestro desarrollo tecnológico está siendo
aniquilado por el capitalismo en la misma medida en la que fue impulsado. El
aceleracionismo es el convencimiento de que estas capacidades se pueden y deben
liberar superando las limitaciones que impone la sociedad capitalista. Superar
nuestras limitaciones actuales implica mucho más que una simple lucha por una
sociedad global más racional. Creemos que también debe incluir recuperar los sueños
que embargaron a muchos desde mediados del siglo XIX hasta los albores de la era
neoliberal, recuperar la búsqueda del Homo Sapiens y trascender los límites de la
Tierra y de nuestras formas corporales inmediatas. Estas visiones son consideradas
hoy reliquias de una época más inocente. Ambas ponen de relieve la asombrosa falta
de imaginación que caracteriza nuestro tiempo y ofrecen la promesa de un futuro
estimulante desde el punto de vista afectivo y vigorizante desde el punto de vista
intelectual. Después de todo, sólo una sociedad post-capitalista hecha realidad gracias
a una política aceleracionista será capaz de cumplir las expectativas que generaron los
programas espaciales de mediados del siglo XX e ir más allá de un mundo de
pequeñas mejoras técnicas para provocar un cambio integral. Esta sociedad nos
permitirá avanzar hacia una era de emancipación y autodominio colectivo, hacia el
futuro alienígena propiamente dicho que resulta de ello. Hacia la culminación del
proyecto ilustrado de la autocrítica y el autodominio, en lugar de hacia su
eliminación.
23. La elección que tenemos que tomar es crítica: o un post-capitalismo globalizado o
una fragmentación lenta hacia el primitivismo, la crisis perpetua y el colapso
ecológico planetario.
24. Es necesario construir el futuro. Porque éste ha sido demolido por el capitalismo
neoliberal y reducido a una promesa de mayor desigualdad, conflicto y caos; eso sí,
una promesa en oferta. Este colapso de la idea de futuro es sintomático de la
situación histórica regresiva en la que nos encontramos y no, como muchos cínicos
de todo el espectro político nos quieren hacer creer, un signo de madurez escéptica.
Lo que el aceleracionismo persigue es un futuro más moderno, una modernidad
alternativa que el neoliberalismo es intrínsecamente incapaz de generar. El futuro
tiene que partirse para abrirse de nuevo, liberando nuestros horizontes hacia las
posibilidades universales que ofrece lo de afuera.