Laura Lazzarino (San
Nicolás de los Arroyos) y Juan Pablo Villarino (Mar del Plata) decidieron
recorrer juntos el mundo a dedo. Antes, cada uno los había hecho por separado.
Pero el amor (por los viajes, la escritura y por ellos mismos) los unió en un
viaje, que como todos siempre es iniciático. Se conocieron en una historia de
amor que los juntó en Salta, cuando Juan Pablo decidió bajar desde Bolivia
(desde donde iba al norte) para conocer a esa chica que le escribía en su blog.
Se enamoraron y siguieron camino juntos. Recorrieron treinta y seis mil
kilómetros a dedo, desde la Antártida hasta las Guayanas. Vivieron cientos de
historias que dejaron impresas en el libro Caminos Invisibles que vendieron
solo por Internet. Están considerados como los mochileros más famosos de la
Argentina. Cada uno tiene un blog (los viajes de nena) y (acróbata del camino ) y
desde allí y de Facebook lograron agotar una edición de 2000 ejemplares. Llevan
consigo un proyecto educativo y la intensión de demostrar la hospitalidad de la gente del mundo. Ahora viven en San Nicolás de los Arroyos, donde
estuvieron el último año y medio escribiendo el libro y desde donde planificaron
el viaje que están haciendo a Europa y Oriente.
Juan Pablo: El libro relata un viaje de un año y medio que
realizamos por toda Sudamérica. Logramos llegar a la Antártida. Llegamos a
Ushuaia sin contactos, empezamos a preguntar y terminamos abordando un crucero
que iba a la Antártida y en el mismo viaje estuvimos en el amazonas de Ecuador,
conviviendo con una comunidad Shuar que son los antiguos reductores de cabezas
que aun usan cerbatana y salen a pescar su almuerzo. Un viaje de treinta y seis mil kilómetros. El
libro, en menos de tres meses está en su segunda edición. Nosotros estuvimos
este último año y medio en San Nicolás, sin viajar, escribiendo el libro y la
difusión a través de las redes sociales y la prensa fue enorme. Tampoco hay
muchos libros de viajes escritos en primera persona por argentinos de esta
época, para no remontarnos a los viajes del Perito Moreno, no hay mucho,
entonces la bienvenida fue muy buena. Es un libro que manejamos independientemente
en nuestro Facebook en nuestra página web, no es un libro que se encuentre en librerías
y eso hace que la gente lo busque más.
Viajar es salir a
buscarse. Es irse bien lejos afuera para llegar bien adentro. Si no es turismo.
El sedentario que transita todos los días los mismos lugares, que ve el mismo
tejado, el mismo árbol, el mismo adoquín, es probable que se tope siempre con
los mismos pensamientos. Salvo que mire el rio, ese otro viajero que de tanto
irse nunca es el mismo. Pero además Laura y Juan Pablo viajan con un sentido
literario, viajan para escribir, salen a cazar historias que editan en libros, que
venden y que les permiten seguir viajando. Por eso sus recorridos van por
caminos laterales donde yace una verdad que no figura en las guías turísticas. Entonces,
para Laura y Juan Pablo viajar no es solo un desplazamiento, es un ritual que
verifica ciertas verdades ocultadas por sobreactuaciones periodísticas.
Le cuento a Laura que
quiero comenzar la nota con la frase: “Viajar es salir a buscarse” para saber
si eso define su idea del viaje.
L: No es sencillo para mí explicar lo que hago. Muchas veces
me preguntan “¿y vos a qué te dedicas?” y tenés que empezar a dar una explicaciones. Porque nosotros lo que hacemos es bastante
diferente, bastante under, y cuando yo digo “me dedico a viajar”, la gente
inmediatamente te pregunta “¿y de qué vivís?”. Y más de una vez me preguntaron
“pero, ¿de qué te escapás?”. Y a mi esa frase siempre me quedó dando vueltas
porque no sé si uno se está escapando de algo, no sé si uno se está buscando a sí
mismo, no sé si el viaje te da todas esas respuestas, porque la mochila que
cargues la vas a cargar acá, en el viaje, y en cualquier lado. Yo creo más bien
que el viaje lo que te permite, más que conocerte a vos mismo, conocer a dónde
estás, conocer alrededor, lo que pasa fuera de tu zona de confort, de tu
micromundo, la rutina, es romper con ese esquema y salir a ver lo que hay
afuera y eso definitivamente te cambia
Claro, porque tu vida
no siempre fue el viaje. Antes tuviste una vida más ortodoxa. ¿Cómo era tu vida
antes y como decidiste cambiarla por el viajar?
L: El Viaje estuvo en mí siempre. Yo no te puedo decir en qué
momento se me disparó la curiosidad. Lo que pasa es que cuando vos terminás la
escuela y tenés que decidir qué vas a estudiar me decidís por algo que me
hiciera viajar, porque como te digo la curiosidad estaba, pero no es tampoco
tan sencillo arrancar. Entonces terminé el colegio, estudié turismo y tuve una
vida “normal”, una vida sedentaria. Soy Licenciada en turismo, trabajé como
agente de viajes cinco o seis años en los que no viajé porque en realidad uno trabaja para que otros
viajen. Pero bueno eso me sirvió mucho como una preparación en la vida, porque
me sirvió para independizarme y para afianzar esto que yo quería que era
dedicarme a viajar.
¿Cómo decidiste dejar
esa actividad para comenzar a viajar?
L: Los primeros viajes estuvieron insertados dentro de esa
vida normal. Primero junté vacaciones, con feriados, con Semana Santa e hice mi
primer viaje a los veintidos años con destino a Machu Pichu que es como la
primera Meca del mochilero. Me fui sola, lo cual fue para mi un primer paso y
un gran descubrimiento, porque era la primera traba con la que yo me encontraba.
Imaginate, siendo mujer decir que me quiero ir sola a Bolivia y a Perú, mi
familia casi se muere, todo el mundo me decía que me iba a pasar de todo, pero
tuve una experiencia excelente. Volví, seguí trabajando, al año siguiente me
pedí tres meses sin goce de sueldo, me fui a México y también sola viajé de
México a Panamá. Cuando volví de eso estaba en una situación medio difícil la
Agencia, pedí licencia, me dijeron que si y me fui a la India. Cuando volví fue
ahí que hice el clic y dije “quiero hacer esto”, no sé cómo. En ese momento el
esquema era: trabajo- ahorro- me voy de viaje. Después de todos esos viajes fue
que yo lo conocí a Juan, que compré su libro, que decidimos seguir viajando
juntos, yo decidí abandonarlo todo pero ya tenía una experiencia previa de que
era lo que yo quería.
¿Esos ya eran viajes
a dedo?
L: No. Yo comencé a viajar a dedo cuando lo conocí a Juan.
Pero tampoco eran viajes como los que yo vendía en la Agencia. No compré ni
compraría nunca un paquete turístico con todo organizado. Eran viajes bastante
libres en el sentido de que me compraba un pasaje de avión de ida y vuelta,
armaba un itinerario. Siempre me gustó estudiar mucho antes de viajar para
saber que esperar del país que yo iba a visitar o lo que yo quería ver. Me iba con un presupuesto fijo por día que
iba variando según mi situación económica y con ese presupuesto yo llegaba allá,
compraba un pasaje en colectivo, buscaba un hotel económico. Siempre iba con
mochila.
¿Qué diferencia hay
entre ese tipo de viaje y el turístico?
L: El paquete turístico es una solución excelente para la
persona que tiene un tiempo muy acotado y quiere hacer lo más que se puede. Yo
lo respeto mucho desde ese sentido. Entiendo que una pareja, una familia, una
persona mayor no se va a ir a ver con que se encuentra. En el caso nuestro, de
la gente que viaja con más tiempo, la
diferencia está en la flexibilidad.
¿Cuándo haces turismo
tradicional conocés el lugar donde vas o solamente lo ves?
L: Yo no creo que tenga que ver con el formato. Hay una
guerrilla muy fuerte entre el turista y el viajero y no sé si banco tanto eso,
porque tiene más que ver con la personalidad de cada uno. Yo conozco gente que
va en viaje de turismo y aprende muchísimo porque se prepara, estudia,
pregunta, y conozco gente que viaja de mochilero y que pasa por un país y no
tiene la más mínima idea de lo que le está pasando al lado. Vi viajeros que
estuvieron en Nicaragua y no fueron al Museo de la Guerrilla o no hablaron con
la gente y ni siquiera sabían que hubo guerrilla.
¿Y como es viajar de
mochilero? Me imagino que no solo es
trasladarse sino también ser protagonista del viaje.
L: No son unas vacaciones. Es un estilo de vida. No es que
estamos todo el día panza para arriba con el daiquiri en la mano mirando la playa.
Tenés momentos muy buenos y después tenés una rutina muy lógica que se va
creando. Tenés que tomar decisiones todo el tiempo: dónde vamos a dormir, qué
vamos a comer, estar muy atento con cuestiones de visa, de salud. No es para
todo el mundo, pero para la persona que tiene esa curiosidad y que lo disfruta
es fantástico
J: Nosotros viajamos a dedo no porque no tengamos el dinero
para el colectivo sino porque es la manera que descubrimos en que podemos ir
conociendo más personajes locales de cada país. Además es más entretenido. Uno
sale del mito de que te va a levantar alguien con un hacha y te va a matar. Después
uno se encuentra con que la inmensa mayoría de la humanidad es hospitalaria y
empezás a conocer gente fantástica y cuando te empiezan a ayudar de esa manera se
vuelve adictivo. Ya hoy día no nos planteamos viajar de otra manera. Además lo
que nuestros libros buscan reflejar es la hospitalidad que hay en el mundo, por
eso el tema de viajar a dedo no lo cambiamos por ningunas millas aéreas.
Hay que tener un poco
de paciencia.
J: En general no esperamos más de media hora. Me animaría a
decir que el tiempo de espera normal para una pareja es de quince minutos. Te
puedo nombrar un extremo: en el Tíbet, donde pasa un camión cada tres horas, podés estar catorce
horas, pero por lo general en media hora salimos en un auto que pasa. Muy
distinto de lo que la gente puede pensar.
Me llamo la atención
que hay como una especie de comunidad de personas que viajan a dedo.
J: En Europa hay clubes de gente organizada que se dedica a
viajar a dedo como deporte. También en Estados Unidos y en Argentina hay
comunidades organizadas a través de Internet, de las que hemos sido parte desde
el inicio, que profesan el viaje a dedo como estilo de viaje.
¿Cómo se sustentan económicamente
en los viajes largos?
L: Nosotros tenemos la suerte de poder vivir gracias a las
palabras. Vivimos de nuestros libros. Hoy por hoy si bien tenemos varios
sustentos, porque tenemos una página web y escribimos para algunas revistas, el
sustento principal es el libro. Vendemos los libros desde la página web y desde
donde vamos contando partes del viaje. En el viaje por Sudamérica, que es el
que se cuenta en el libro Caminos invisibles, vendíamos también libros pero no
los teníamos editados, así que hacíamos uno libritos muy chiquitos que
vendíamos en bares, en la playa y en todos los lugares que se nos ofrecíamos
mientras íbamos viajando y también vendíamos fotos postales.
¿Escribían antes de
ser viajeros?
L: Si. Juan escribe desde muy chico y yo también. Tal vez la
diferencia es que yo escribía más para mí antes. Pero me animé a mostrar
después de mi segundo viaje, más que todo porque había muchas chicas que se
encontraban en la misma situación que yo, que querían viajar y no se animaban y
que habían pasado por situaciones similares. Entonces el blog me permitió
compartir con estas personas la que
había sido mi primera experiencia y ese fue mi primer paso.
En ustedes el viaje
no está disociado nunca de la escritura.
L: No, en absoluto
¿Es viajar para
escribir o escribir para viajar?
L: Nosotros viajamos para escribir. Si bien no está
disociado porque voy a las sierras de Córdoba en plan familiar y yo estoy
pensando que puedo escribir de esto. Pero lo primero es el viaje. Si no
existiera el blog, si no existiera Internet viajaríamos igual. Es un disparador
de ideas. No podría escribir novelas, no podría escribir ficción, no podría
escribir detrás de un escritorio sin salir a la calle.
Es muy visible como
el uso de la tecnología de comunicación vía Internet les facilita el plan de
viaje.
L: Nosotros tenemos una ventaja y es que somos de la
generación que nació sin Internet. No tenemos un abuso. Se apaga la computadora
y tenemos otros recursos con que planificar el viaje y hacemos un mix entre
guías, planisferios, atlas e Internet. Pero si, reconocemos que es una
herramienta fundamental. Vivimos de Internet porque el libro no se comercializa
en librerías. Lo vendemos a través de la web. Usamos mucho Couchsurfing que es
una red de alojamiento gratuito, así que cuando vamos viajando nos alojamos en
casa de familias gracias a Internet y usamos Facebook continuamente para
programar el viaje, para contar el viaje, para contactarnos con gente, para
comunicar, que de eso se trata.
El libro
solo se vende por Internet. ¿Es por una decisión de salir también ahí de los
caminos habituales?
L: El libro nació gracias al blog, en el sentido de
que si bien siempre tuvimos la idea de escribirlo antes de salir de viaje ya
sabíamos que íbamos con la idea de viajar de esta manera. El hecho de hacer un
libro independiente es muy costoso, es muy difícil porque vos sos todo: sos el
escritor, el publicista, el distribuidor. Y cuando llegó el momento de llevarlo
a la imprenta nos dimos cuenta que el gasto era muy grande. Entonces lanzamos
una preventa a través del Facebook. Necesitábamos cuatrocientos lectores
comprometidos que confiaran en nuestra palabra y quisieran comprar el libro por
anticipado para cubrir los gastos. Nos encontramos con que en seis semanas
habíamos vendido seiscientos libros, lo cual para nosotros fue impresionante
porque fue solo a través de Facebook. Y a partir de ahí el libro empezó a
crecer. Los lectores comenzaron a mandar fotos del libro desde Machu Pichu,
desde Francia, desde Mar del Plata, porque era diciembre y todo el mundo salía
de vacaciones y eso generó el boca en boca y el libro todavía se vende.
¿Qué tipo de
lector es el que compra el libro, son viajeros o gente que le gusta la
literatura?
Hay de todo. Tenemos lectores con los que ya somos
amigos porque nos siguen desde el primer día. El que no viaja tiene su viajero
dormido adentro. Pero la mayoría es gente que disfruta de esto y la mayoría de
la gente fija que está siempre ahí, que nosotros ya conocemos, es gente que
tiene la curiosidad. A veces es gente mayor que no ha tenido la posibilidad de
viajar o gente que me dice “nací en la era equivocada, me tuve que casar tuve
que tener hijos”. Pero en general es gente que disfruta mucho del viaje además
del libro.
Ustedes escriben
sobre las cosas que les pasan y tiene que elegir cuales son los temas sobre que
escribir porque les pasaran muchas cosas más que las que están en el libro y
además tienen que hacer un libro interesante que se pueda vender, es decir el
horizonte comercial debe estar presente. En vista de estas necesidades ¿Cuál es
su estrategia de escritura?
L: Para este libro nos propusimos relatar esto que nos
estaba pasando de conocer las historias de la gente del camino, por eso el
libro se llama Caminos invisibles, porque trata de un viaje por fuera de los
circuitos turísticos, un viaje no tradicional por Sudamérica. Fuimos a
Paraguay, fuimos a las Guyanas, fuimos a diferentes partes del Amazonas. Pero
también nos propusimos contar mi cambio, como fue dejar una vida estable para
dedicarme a viajar. Hubo mucha competencia de anécdotas, porque si hubiéramos
contado todo el libro hubiera tenido setecientas páginas, pero sabíamos de
antemano cuales era los episodios fuertes.
El libro plantea
también una especie de filosofía del viaje y los viajeros, porque ironizan
sobre viajeros que tuvieron de compañía, como el que no pude despegarse del
cajero automático, el pseudo hippie.
L: No sé si es irónica. Contamos como fue ese
encuentro con viajeros, con los que hemos compartido un tramo del viaje, desde
artesanos, viajeros en auto. Si, tuvimos diferencias con esos viajeros y
tratamos de contar todo
¿De qué manera la
inseguridad es un obstáculo para viajar a dedo?
L: En los últimos años ¿cuántos episodios de
inseguridad conociste relacionado con viajar a dedo? Son pocos. Por supuesto
que la desconfianza existe. No es que te frena todo el mundo. Pero creo que hay
más mito que realidad. Generalmente la gente que te frena es la que tiene algo
especial. No te va a frenar alguien que no tenga ganas. Y en este viaje en que
hicimos treinta y seis mil kilómetros exclusivamente viajando a dedo nos hemos
subido a una infinidad de vehículos y solamente en uno tuvimos un momento fe. Siempre
fue positivo y hasta mejor de lo que imaginábamos, porque la gente nos invitó a
su casa, nos invitó a conocer su trabajo, nos presentaron a su familia, así que
en definitiva para mi vale mucho la pena.
J: En Argentina la inseguridad a veces es lo
que hace que sea un poco más lento viajar a dedo que en Perú o en Ecuador o en
Colombia o Venezuela. También en países donde hay inseguridad más grave que la
nuestra a veces es más difícil en Argentina. Por darte un ejemplo los países
más rápidos donde estuve viajando a dedo fueron los de Medio Oriente, Siria,
Jordania, Irán. Entonces hay que ponerse a pensar cómo influye la inseguridad
mental en Argentina, que es real no es una alucinación de la gente, pero por
ahí se ve magnificado por todo el fenómeno mediático. Pero la verdad es que se
puede viajar a dedo. Hemos llegado a todas partes, a comunidades indígenas
perdidas en medio de los andes hasta ciudades gigantes como Paris o Pekín. De
hecho en 2005-2007 hice un viaje a dedo de veintisiete meses desde Irlanda a
Tailandia, más de 30 países hechos exclusivamente a dedo.
En el libro hablan
de la Línea del viaje, de cómo se arma un viaje, ¿Cómo es eso?
L: Este es nuestro estilo de vida pero también es
nuestro trabajo porque de ahí vienen los libros, vienen las notas del blog,
vienen las notas de las revistas, entonces no salimos al tun tun. Antes lo
hacíamos, ahora no. Nos planteamos aprovechar el viaje de manera estratégica.
En este viaje la Línea fue recorrer Sudamérica por los caminos invisibles, por
los caminos menos visitados, salirnos de los mapas turísticos y ver que nos
encontrábamos. Porque normalmente cuando planteas un viaje a Sudamérica es La
Quiaca, Villazón, Uyuni, La Paz, Cuzco, Machu Pichu, Lima y Panamericana
derecho. Ahora estamos planificando un viaje por Europa y Asia Central y la
línea es el nomadismo. Queremos ir a conocer las tribus nómades que viven en
Mongolia, en Tajikistan. Es un concepto, no tanto una línea como un dibujo,
sino un concepto.