El fin de semana falleció Alfredo Omar
Busch. Fue reconocido en vida como uno de los grandes poetas de la ciudad.
Mario Verandi, su gran amigo, lo recordó en una charla que tuvimos en una
lluviosa mañana en su casa de calle Las Heras.
Decía Mario: Es difícil hacer una semblanza verídica y total sobre
Alfredo Omar Busch. Su muerte es un duelo para la cultura nicoleña, no
solamente para la literatura. Su obra trascendía la literatura. Era una persona
muy reservada, de muy bajo perfil, pero que cuando se ponía a escribir era enjundioso,
de modo que es menester situarlo en un panorama total nicoleño como uno de los
grandes escritores de la región. Su obra ha sido conocida, criticada y muchísimas
veces galardonas y ensalzadas por algunos grandes poetas. Uno de los casos fue
Neruda, que se carteaba con él y vertió conceptos muy laudatorios sobre la obra
de Busch. Yo lo conocí desde muy joven. Los dos éramos casi adolescentes. Él sobre
todo que era menor que yo seis o siete años. Yo tendría veinticuatro y el diecinueve
cuando fuimos convocados para sumarnos a la pléyade de poetas que integraban el
Grupo Arroyo del Medio. Nosotros realmente vinimos a prácticamente a “destrozar”
al grupo, porque éramos la voz nueva una voz que tría nuevos sones, nuevas
maneras de versificar, nuevos objetivos, que además del paisaje metían al
hombre dentro del paisaje. En especial Busch se dedicó a rastrear en los orígenes
primitivos aborígenes, con todas sus fabulaciones, sus mitos. De modo que toda
la obra de Busch estuvo enderezada a ensalzar los orígenes de la región. Muchos
de sus poemas tiene esos contenidos, la prueba lo remiten los títulos de las
obras: El gran testimonio, El libro de los amuletos, las últimas obras de él en
libros, porque él tenía una producción inédita cuantiosa. Porque no solamente
era poeta sino que escribía algo así como ensayos, es decir, buceaba en los entretelones
de los textos y sacaba conclusiones muchas veces admirables. Por eso es lamentable
su deceso, pero bueno, es lo que el tiempo instaura en todos nosotros. Pero a él
no lo puede destruir la muerte. Nosotros lamentamos su partida porque lo
extrañaremos como persona, como amigo, como hombre de bien, pero lógicamente lo
que ha sobrevivido es la palabra y la palabra de él continuara siendo leída
porque somos conscientes que tanto él como yo, como integrantes de ese grupo mítico,
que se llamo Grupo Arroyo del Medio, trajimos un nuevo incentivo para los
poetas que nos siguieron. La generación que nos seguía a nosotros ha tomado gran
parte de esa obra como estandarte para el cambio, que es lo normal, lo común en
todas las artes del mundo. Las generaciones se van sucediendo y se van
sucediendo otros modos de decir lo mismo, pero de otra manera.
Ese cambio se plasmó en un libro muy emblemático y muy
recordado que fue Doce Poemas. ¿Cómo fue la génesis de ese libro?
Cuando nosotros nos integramos al grupo llevábamos una voz
nueva que no se interesaba solamente por el paisaje. No queríamos decir frases admirativas
sobre el paisaje. No queríamos comentar la naturaleza. Lo que queríamos era que
la naturaleza hablara por sí misma. Y el hombre metido dentro de esa naturaleza
era nuestro objetivo. Nosotros en San Nicolás lo que hicimos fue acompañar la evolución
social y política del país. San Nicolás cambió. Después de ser una ciudad
dormida, lugareña, provincial, se convirtió en una ciudad industrial con la instalación
de las fábricas y nosotros acompañamos esa instalación cantándole al hombre, al
obrero, al peón, al pobre, al marginado, es decir al hombre en su totalidad, al
hombre nicoleño. Entonces de alguna manera eso significó un cambio radical
respecto a la generación anterior, de la cual nosotros nos alimentábamos. De
alguna manera nosotros tomamos como ejemplo sus vidas literarias, su manera de
enfrentarse al paisaje, bebimos de esa raigambre, de esa producción. Pero lógicamente
como era otra generación con otros incentivos, otros propósitos, con otras
edades, asumimos el riesgo que asumen todos los trapecistas que es hacer la
prueba sin la red. Todo eso se plasmó en el libro Doce poemas. Y le robamos la
joya que tenía el grupo que era Cesar Bustos, un enorme poeta. Lo único que unía
a los doce poemas era un aroma común,
una manera de hablar del hombre.
¿Cómo fue recibido en el ambiente literario nicoleño? ¿Tuvo algún
impacto fuerte, o fue reconocido, como lo es ahora, mucho tiempo después?
Si, tuvo un impacto. Pero curiosamente los que más defendieron
y mejor hablaron de los poemas fueron los poetas de la generación anterior.
Urquiaga, Del Pozo, Lencina. Todo ellos nos apoyaban. Ellos sabían que estábamos
haciendo una poesía diferente a la de ellos, pero era poesía, era literatura y
la apoyaban con fervor. En especial Del Pozo que era el líder del grupo, el que
aunaba todas las voluntades.