A veces la operación de marketing nace a una escala muy pequeña y se disemina luego, ajeno de la voluntad de su creador, por toda una región. Es lo que sucedió con el ya clásico Pollo a la marinera, plato creado por Don Juan Oyarzún y su hijo Alfonso Farías para posicionar el restaurant Picapiedras con el que esperaban hacerse un lugar en la gastronomía de la ciudad chilena de Constitución cuando llegaron en 1974, provenientes de la ciudad de Talca, y que hoy, en todas sus variantes, se sirve en muchos restaurantes y cocinerías de la región del Maule. Aunque en otros lugares el nombre viró a Pollo Mariscal, como por ejemplo en el restaurant La viejas cochinas de la ciudad de Talca, donde los mariscos se sirven pelados. Es un plato que combina tres carnes, pollo, cerdo (bajo la forma de longanizas) y mariscos sumidos en un caldo cuya originalidad proviene de las especias con que está condimentado y que es el secreto mejor guardado de sus creadores.
Constitución es una ciudad marítima, ubicada sobre la costa del océano Pacífico, que tiene como atractivo unas enormes piedras que yacen sobre la playa y una inédita montaña de arena volcánica que padres e hijos usan para trepar y observar el mar con la esperanza de ver a Japón del otro lado. El océano es muy frío y no dan ganas de meterse, pero si de caminar de roca en roca para observar las aves que las habitan y sacarse selfies muy poderosas. La ciudad, que en el año 2010 fue desvastada por un tsunami que arrasó lo que encontró diez cuadras adentro, busca relanzarse y posicionarse bajo el mote de La Perla del Maule. Ahora, ya reconstruida, es depositaria de turistas que hasta hace poco solo buscaban la caminata por sus playas de arena negra y las selfies. Sin embargo, desde que llegaron los señores con su restaurant e inventaron uno de los platos más deliciosos de la costa chilena, los visitantes tienen un atractivo más. El Pollo a la marinera es una comida que agrega a su originalidad el contener su propia bebida, el caldo en que está cocinado el ave y los mariscos se sirve en unas tacitas rociado con limón.
Cuando Juan Oyarzún, a quien llamaban Juanito Picapiedras falleció, su esposa María Nemi lo siguió cocinando varios años. Ahora su hijo Iván Jorge Alfonso Farías Nemi y su esposa Luisa Sandoval, son los encargados de continuar la tradición, que para ser efectiva, ya lo sabemos, debe estar montada en un relato. A continuación Alfonso nos relata.
El Restaurant Picapiedras
Playa y piedras de Constitución