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viernes, 23 de noviembre de 2012

Mujeres en paisaje

Con la muestra “Mujeres entre las ciudades y las sierras” Chabi (Isabel Isla Blum) expone por vez primera en su ciudad natal, luego de haber colgado sus obras en Punta del Este, Nueva York, París y Buenos Aires. Ahora está preparando un trabajo sobre la fábrica Somisa que se va a llamar “Mujeres y varones del acero”.



La manifestación de mujeres en la ciudad serrana


En el borde del barrio El Abrojal, en el primer piso de un edificio donde también funciona una maderera, una casa de herrajes y una agencia de turismo, hace menos de un año, a dos artistas plásticas se les ocurrió abrir una galería de arte. Para acceder a la galería hay que tocar el timbre en una puerta de hierro que conduce a una escalera por la que se asciende, entre plantas macetudas y esculturas, a la sala de exposición. La sala son tres paredes y un inmenso ventanal desde el cual se percibe la ruidosa avenida Savio. Así que, estar en esa galería es como estar en un bálsamo, en un claro en la selva, en un territorio propio. En San Nicolás de los Arroyos hay varios lugares así. Otro es la quinta de 25 hectáreas de frutales que los Regiuri tienen a 20 cuadras del centro.
La galería fue creada por Diana Torres y su curadora es Marita Donatti. La hija de Diana tiene una agencia de viajes, Boomerang, y la idea de la galería es relacionar el arte y los viajes. Marita conoció a Chabi cuando ambas cursaban la Escuela de Bellas Arte de la Asociación cultural Rumbo. Marita sabía que Chabi tenía pintada una serie de cuadros inspirados en sus viajes por Argentina y la contactó para que expusiera en su ciudad natal. Decir ciudad natal es hablar del barrio Somisa, esa pequeña ciudad donde Chabi nació. El barrio Somisa fue planificado por el modelo siderúrgico de los años 40 y es casi su contracara. Sus casas son de estilo californiano y fue construido a la vera de un arroyo rodeado de cientos de árboles de todas las especies posibles y con la naturaleza como una presencia constante. Como lo dice Gerardo Demarco, quien también nació allí: “Somisa es el símbolo del Modernismo, el progreso indefinido, la sociedad del bienestar, la movilidad social, la construcción de una nación; Somisa fue para la generación de nuestros padres la materialización del Sentido. La generación de nuestros padres fue la única (como tal) que tuvo estabilidad laboral. No la tuvieron sus padres ni sus hijos. La diferencia entre sus padres y sus hijos es la fe en el futuro”. En esa construcción, las mujeres, en su gran mayoría, amas de casa, madres y esposas, jugaron un papel silencioso, casi co-protagónico del hombre que con su cuerpo expuesto en la fábrica, entre máquinas y ruidos, se hizo más visible para la historia. Chabi rescata en sus pinturas a esa mujer, la trae al primer plano y decide mostrarla, no es su cotidianidad de ollas, perros, chicos y fines de semana, sino entre la naturaleza donde se crió. En la naturaleza abrumadora del barrio y en la plácida naturaleza postal de las vacaciones. Vacaciones que transcurren en lugares hipersimbolizados del paisaje argentino. La Boca, El Chanten, Tandil, las sierras cordobesas.
Los cuadros deliberadamente escapan a la perspectiva. Tanto los personajes mujeres como el entorno miran a cámara. Lo hacen para acentuar las tres dimensiones en que están compuestas las obras. El plano esta sobreexpuesto en esas tres dimensiones, como si el plano no alcanzara para conjurar tantos años de sombras femeninas. Esa intención funciona más aun en la tensión que se genera por la elección de los materiales, decididamente masculinos. La madera es la base donde un collage de arandelas, tornillos, maderitas, y sogas, pintadas con acrílico, relatan, con materiales de alta codificación varonil, una historia femenina. De modo que los cuadros, en apariencia femeninos, no excluyen la masculinidad sino que la contrastan, la ponen en tensión, para resaltarla. Ya que esas mujeres, rubias, morenas, pelirrojas, rulientas o lacias, que a veces solo asoman sus ojos al paisaje, están configuradas con objetos pertenecientes al mundo masculino.
Esa masculinidad no necesariamente remite a los adultos, al tallercito del fondo, donde un tío reparaba la bicicleta o soldaba una reja. Pareciera ser más bien un mundo de pequeños varones, de chicos jugando a juegos de grandes con Rasti o Plasticano. De ahí el carácter ingenuo de sus cuadros. Una intensión de moverse a la infancia.
Chabi es una artista viajera. Sus viajes y sus obras son inseparables. Viajes que no solo son el traslado a un paisaje distinto, sino el eterno regreso a la “dorada edad”.



El vuelo de los Pájaros en  las sierras y las mujeres



Las torres de la ciudad y la mujer 



La sorpresa de la noche en la Sierra y el Campo



Asomando la boca